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La partida de un gran amigo

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María Ángela Holguín
29 de febrero de 2024 - 02:00 a. m.
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La partida de Rodrigo Pardo deja un vacío muy profundo, tanto en quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y disfrutar de su amistad, siempre generosa y cercana, como en quienes pudieron leerlo y escucharlo durante tantos años analizando la realidad nacional y el acontecer internacional en los medios en los que trabajó.

El año pasado nos embarcamos con Rodrigo y Camilo Reyes en un proyecto enriquecedor: comentar en un pódcast, Los Internacionalistas, los acontecimientos que ocurren en el mundo. Los tres, conversando de manera sencilla, hablábamos de la compleja realidad de la región y del mundo. Fue el último esfuerzo intelectual en el que Rodrigo participo con su análisis y sus aportes. Era increíble ver el ánimo y el entusiasmo que le ponía a cada jornada a pesar de la difícil situación que vivía por su enfermedad. Nos decía a Camilo y a mí, saliendo de las grabaciones, que se alegraba de que por fin había interés por lo que pasaba en el mundo y por la política internacional. Sin duda, lo disfrutó. Esos pódcast son hoy un homenaje a Rodrigo.

Fue un extraordinario ser humano, eso lo han repetido muchas veces en estos días varias personas y editoriales que han escrito sobre él. Y es que en realidad fue así. Inteligente, ecuánime, justo, respetuoso, decente son algunos de los calificativos que sin duda hacían a Rodrigo.

Quiero en estas líneas hacerle un homenaje al profesor que fue y al extraordinario analista de política internacional. Gran conocedor de la política exterior colombiana, tenía la particularidad de que era un estudioso del tema, pero además había sido canciller y ejercido la diplomacia. Fue embajador en Venezuela y en Francia, lo que lo hacía más profundo y agudo en sus análisis.

Tal vez quien más entendió la política exterior norteamericana y su relación con América Latina y especialmente con Colombia. Siempre tenía algo innovador para decir y comentar acerca de los gringos, en muchos foros donde fue panelista enfatizaba la importancia de Estados Unidos en la región y lo que le faltaba a la política norteamericana para entenderla.

Rodrigo fue profesor en el departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, recién llegado de su posgrado en Relaciones Internacionales en Estados Unidos. Tenía no más de 28 años cuando nos daba una extraordinaria clase de Política Exterior con su amigo Juan Tokatlian a los pocos estudiantes que en aquellos años estudiábamos Ciencia Política. Fue mi director de tesis y de ahí en adelante siempre fue un apoyo incondicional en mi vida laboral. Para muchos fue una gran inspiración y nos animó a que nos dedicáramos a la política exterior.

Siempre fue una voz equilibrada y justa para quienes le pedimos consejos en nuestra vida profesional. Recurrí a él muchas veces cuando fue canciller y siempre encontré los más desinteresados consejos, que me ayudaron enormemente. Llamaba cuando sabía que estaba pasando por momentos difíciles y tenía las palabras precisas que me tranquilizaban, me daba ideas y apoyo.

Fuimos, los dos, embajadores en Venezuela. Él, muy joven, tenía 33 años. Fue un tema que lo apasionó. Quería mucho a ese país y siempre decía lo importante que fue su paso por Caracas. Le toco una época convulsionada: el Caracazo, en febrero de 1989.

Tenía un grupo grande de mujeres amigas que fuimos alumnas, compañeras de trabajo que nunca dejamos de buscarlo para un consejo, una tertulia, una conversación alrededor de un almuerzo, y fue siempre el más especial con todas. Tenía esa capacidad de hacer creer que cada una era la más cercana y la más amiga.

Hizo una Cancillería donde era el canciller el que más sabia de política exterior, que no siempre es el caso. Se movió por el mundo entero con cara de niño, pero apenas hablaba era indudable que Colombia tenía un gran canciller. El día que renunció para hacerle frente a una acusación injusta por la campaña de Samper, de la cual lo exoneraron y le quitaron para siempre las ganas de lo público, la despedida de toda la Cancillería fue muy impresionante: aplausos y lágrimas en los corredores por donde él pasaba. Me acordaré siempre de ese día, yo era la Secretaria General. El cariño por Rodrigo era muy evidente.

En estos días hemos visto muy merecidos homenajes al gran hombre que fue, especialmente al periodista y director de varios medios de comunicación, era una voz incisiva y rigurosa, y siempre respetuoso en sus maneras, eso lo hacía diferente.

Le damos un adiós al amigo que deja recuerdos imborrables y a quien recordaremos como una de las grandes mentes de este país.

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Contrapunteo(18670)02 de marzo de 2024 - 03:22 p. m.
Homenaje y reconocimiento que además del estudio hay que anhelar, pensar y tener el poder y los demás que se j......dan.
Alberto(3788)01 de marzo de 2024 - 12:06 a. m.
Gracias. Pocos quedan como él, o para decirlo claramente, sí existen, pero NO los nombran, los han desechado para el servicio público.
conrado(xybxp)29 de febrero de 2024 - 03:59 p. m.
Agradecida María Ángela.Muy bien.
Felipe(spgvf)29 de febrero de 2024 - 02:17 p. m.
La política, los puestos, los consejos, los almuerzos, todo entre amigos. Y todos son extraordinarios seres humanos para todos los demás. No sorprende.
Javier(18622)29 de febrero de 2024 - 01:58 p. m.
Lo que la columnista describe es un pequeño grupo de amigos "enchufados que se recomiendan entre sí, salidos de la misma universidad privada, que piensan que el país deben dirigirlo ellos. No encuentro tampoco obras importantes de relaciones exteriores publicadas por el honorable Pardo, de los Pardos de toda la vida.
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