Los liderazgos surgen de momentos difíciles y esto es lo que estamos empezando a ver en el mundo, con dos ejemplos claros. El primero es Mark Carney, el actual primer ministro de Canadá. Reemplazó hace dos semanas al primer ministro Trudeau, quien renunció, desgastado tras 10 años de gobierno. Gobernador del Banco Central de Canadá, donde fue responsable de la política monetaria durante la crisis financiera mundial, y Gobernador del Banco de Inglaterra, donde lideró la respuesta del banco central británico al Brexit. Carney es un hombre preparado, con mucha experiencia. El partido liberal lo eligió para enfrentar las amenazas de Trump, quien ha repetido que Canadá se debería convertir en el estado número 51 de los Estados Unidos.
Trump ha despertado el nacionalismo canadiense, sus ataques a la soberanía han enfurecido a la población. Trudeau lo entendió, de salida dio un gran discurso que los canadienses recibieron positivamente. Carney lo ha entendido también, y sus mensajes nacionalistas reclamando el respeto por Canadá han sido importantes para el país.
Hasta hace unos meses, la victoria del partido conservador con Pierre Poilievre era definitiva. El cambio de líder en el partido liberal y los aranceles del 25 % impuestos a las exportaciones del acero y el aluminio han cambiado el panorama electoral. El primer ministro Carney, con su conocimiento de economía y de finanzas, además de su actitud firme, ha captado el sentimiento del pueblo canadiense y hoy está por encima de Polievre en las últimas encuestas. Las elecciones serán el 28 de abril.
El primer ministro rompió la tradición que tenía Canadá de hacer su primer viaje a Washington a reunirse con su vecino y principal aliado y socio. En vez, viajó la semana pasada a Inglaterra y Francia a reforzar la colaboración con Europa.
El 70 % de las exportaciones totales de Canadá van a Estados Unidos. La situación que están viviendo hoy no la imaginaba nadie. El mensaje con el cual llegó a Europa fue “el mundo está cada vez más inestable y peligroso; Canadá debe estar lista para este nuevo mundo y es con aliados y amigos cercanos y fiables que lo logrará”. Ha surgido un líder importante, quien enfrentará el desafío más grande que ha tenido Canadá.
El segundo liderazgo que empieza a surgir es en Europa, y es el próximo canciller alemán Friedrich Mertz, quien ganó las elecciones el pasado 23 de febrero, líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
Para Europa, las amenazas de Trump y sus mensajes contra sus grandes aliados han sido muy desconcertantes. Los principales pilares de la Unión Europea, Francia y Alemania, pasan por un mal momento, sin liderazgo y con poca ascendencia dentro de sus socios comunitarios. El triunfo de Mertz llega en un momento importante para Alemania, que necesita posiciones firmes frente a la situación interna y a la nueva dinámica global.
Las primeras declaraciones del próximo canciller fueron contundentes y un mensaje claro para Europa: “Mi prioridad es que Europa logre la independencia de Estados Unidos”. Hasta hace poco era impensable para un líder europeo declarar que ya no son importantes para Estados Unidos.
Las declaraciones hace un mes del vicepresidente Vance en la Conferencia de Defensa de Múnich, donde les dijo a los europeos que tenían que reforzar sus propias defensas y que lo hicieran cuanto antes, fue un fuerte campanazo. Esto fue contundente para los europeos: Estados Unidos es indiferente al destino de Europa y el futuro de la OTAN es incierto.
Mertz, sin ser todavía canciller, trazó la línea para Europa, con decisión y visión, logró algo inimaginable en el parlamento alemán: cerró un acuerdo para pasar una ley que le permite financiar y hacer un plan de inversiones en defensa. Increíble pensar hace un tiempo que los alemanes romperían su política de austeridad en cuanto al endeudamiento para armarse, pero sin duda la nueva realidad lo requiere, así como su compromiso con la defensa de Ucrania.