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El nudo gordiano

María Elvira Bonilla

10 de octubre de 2010 - 09:54 p. m.

LA JUDICIALIZACIÓN Y POSTERIOR captura del senador Mario Uribe por sus vínculos con la parapolítica fueron el punto de quiebre de muchas de las preocupaciones así como del tono del segundo período presidencial de Álvaro Uribe.

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No sólo se trataba de su primo más cercano, sino su aliado político durante sus 30 años de campañas electorales. Mario Uribe siempre a su lado: en el Sector Democrático del liberalismo en la batalla por la Gobernación de Antioquia en 1994, en la fundación e impulso de Colombia Democrática y luego en Primero Colombia, movimiento que lo llevó a la Presidencia en 2002.

Cercanía política y familiar que explica la desestabilización que la primera detención de Mario Uribe en abril de 2008 le generó al círculo íntimo de la Casa de Nariño. Detención que desató la ofensiva gubernamental para deslegitimar e intimidar a los magistrados del la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, a funcionarios judiciales y periodistas comprometidos en las investigaciones de la parapolítica que vincularan a miembros de la coalición de gobierno, y en especial a Mario Uribe. Fue el génesis de la estrategia perversa que derivó en las chuzadas del DAS y en la ruptura de las relaciones entre el Ejecutivo y la Corte.

La ira presidencial se desató. El resultado fue polarizar el país en torno a la parapolítica, o sea, al uso de la violencia y el dinero del narcotráfico para conseguir resultados políticos y electorales.

Practica perversa que se inició con Pablo Escobar en la Cámara de Representantes en 1982, pero que tomó realmente cuerpo en 1994 con el llamado Proceso 8000, que sacó a la luz una estrategia de cooptación del poder político por la mafia, cuando el cartel de Cali penetró el Congreso y la campaña presidencial de Ernesto Samper.

Los condenados por el Proceso 8000 obtuvieron entonces el 12% de las curules del Senado y en su epicentro, el Valle del Cauca, lograron perpetuarse y controlar la política local, ahora a través del PIN, con personajes como Carlos Herney Abadía, padre del destituido gobernador.

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La financiación con dineros ilegales y la incorporación de prácticas delincuenciales a las campañas política controlaron en 2002 el 34% de las curules del Congreso. Ocho de cada diez de esos congresistas entraron a formar parte de la coalición que llevó a Álvaro Uribe a la Presidencia, convirtiéndose en expresión contundente de la consolidación de la parapolítica. La mayoría de ellos fueron reelegidos en 2006, convirtiéndose en factor definitivo para la gobernabilidad de Uribe durante los ocho años de gobierno.

Toda esta información, con evidencias, forman parte del libro Y refundaron la patria…, de la investigadora Claudia López.

Las declaraciones del narcotraficante El Tuso Sierra apuntan nuevamente a ese nudo gordiano que representa Mario Uribe, el municipio de Andes y en general la región del Suroeste antioqueño para el uribismo. Una fuerza obsesionada con el poder que aspira a copar en las próximas elecciones los niveles locales y regionales, que debe depurarse y deslindar terrenos con ese pasado oscuro, para que no se le siga dando al país el coctel letal de política e ilegalidad.

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