YOTOCO ES UN PEQUEÑO MUNICIPIO de 8.000 habitantes, vecino de Yumbo, en el Valle del Cauca, donde la gente vive contenta.
Podría decirse que casi cada niño toca algún instrumento o canta, porque son 1.576 los que reciben formación en la escuela de música “El rey de los vientos”, que lleva el mismo nombre de la banda sinfónica que con 15 años de existencia recogió la tradición musical heredada de intérpretes y compositores como Herminio Salguero, quien organizó el primer grupo musical en 1910.
Con música, el alcalde Jorge Humberto Tascón y la secretaria de Cultura, Paula Andrea Victoria, quieren borrar la huella de descomposición y muerte que dejó el poderoso capo del norte del Valle, Víctor Patiño Fómeque, aquel expolicía que fuera el amo y señor de Yotoco. Y lo han ido logrando porque, tal como se ha visto en este pueblo, la cultura sana y reconstruye tejidos rotos individuales y colectivos.
Un convenio de los cuatro planteles educativos con la escuela de música construida en el tiempo récord de ocho meses por el Ministerio de Cultura en un lote cedido por el municipio y que, con el trabajo de muchos de los padres de los niños que colocaron los ladrillos y el cemento, levantaron una obra en la que el Ministerio invirtió $2.800 millones, obliga a los profesores para que todos los estudiantes de reciban una hora semanal de iniciación musical. Nadie escapa al entusiasmo que contagia “El rey de los vientos”; un empujón que desde ya está convirtiéndose en un semillero que logrará el propósito final de tener en cada familia un músico -amateur o profesional-, un esfuerzo al que el municipio le garantizará continuidad, además del presupuesto municipal, a través de un acuerdo del Concejo que destinará, a partir de noviembre, un porcentaje del recaudo tributario producto del relleno sanitario regional Colomba, El Guabal. La mejor manera de sacarles partido a los cinco millones de toneladas de basura que se procesan, de las cuales el 77 % la producen los caleños. Una armonía que sorprende, porque, además, ha tomado forma en un cambio drástico en las estadísticas de seguridad: el año pasado fueron sólo dos los homicidios en un pueblo atravesado por todas las violencias.
En medio del panorama sombrío que dejan las noticias que llegan en vísperas electorales de buena parte de los 1.050 municipios de Colombia, con gobernantes que abusan del poder para asegurar la continuidad en la cadena de chanchullos, prebendas politiqueras y amiguistas alrededor de la contratación, encontrarse con verdaderos servidores públicos -una especie en extinción-, reconforta. Y, además, reivindica la actividad política cuando está movida por buenas prácticas. Porque Tascón forma parte de la clase política local del Partido de la U y ha hecho el recorrido completo en el sector público. Pero es un gobernante con pudor y mesura que respeta a la gente, a quien escucha sin distingo todos los lunes. Un buen ejemplo para no caer en la satanización simplista de la política, una excepción en medio de la degradación de la que podría ser una noble práctica cuando se entiende el poder como herramienta de transformación de realidades sociales y no de acaparamiento personal.