ASCO ES LA PALABRA DE MODA, Y ASco produce lo que está sucediendo en Bogotá en materia de contratación.
Una olla podrida que han venido destapando concejales y medios de comunicación y que, por ahora, no ha ido más allá de la apertura de investigaciones preliminares.
La más reciente ración del nauseabundo potaje tiene como comensales al representante Germán Olano y a Miguel Nule, socio del controvertido grupo que, por incumplimiento, debió ceder el contrato del tramo de Transmilenio de la 26. Caracol Radio reveló apartes de una conversación en la que Olano relata sus buenos oficios para ayudar a contratistas en problemas y compromete al contralor distrital, Miguel Ángel Moralesrussi, porque lo vincula a supuestas comisiones para no abrir o frenar investigaciones.
Los tres se han defendido cada uno a su manera: Olano con el socorrido argumento de la falta de contexto, Nule con la falta de memoria, y el Contralor con que se trata de una maniobra para desacreditarlo por los callos que ha pisado. Pero ellos no son los únicos involucrados en la “edificante” conversación. También aparecen dos nombres, Iván y Emilio, que no son nuevos dentro de las escandalosas revelaciones sobre el llamado “cartel de la contratación”.
Basta atar cabos con denuncias recientes, entre ellas la de la revista Dinero (“Los movimientos del ‘zar’ de los contratos en Bogotá”), para colegir que podrían corresponder a los del senador Iván Moreno —hermano del Alcalde de Bogotá y el poder detrás del trono)— y a Emilio Tapia, un curioso personaje de Sahagún, que en menos de cuatro años pasó de ser un ciudadano de a pie, a ricachón con avión propio, y quien se precia de sus contactos con la administración distrital.
No figura en ninguno de los contratos adjudicados por el gobierno de la capital entre 2008 y 2009, pero es señalado como el hombre orquesta detrás de varios de ellos, y como la persona que logró que al grupo Nule no le decretaran la caducidad del contrato de la 26. Y además tiene denuncias en su contra por compra de votos en la campaña de marzo a favor de Moreno en varios municipios de Córdoba, donde el senador del Polo pasó de cinco votos en 2006 a más de 5.500.
Las familias Tapia y Moreno Rojas tienen relaciones de vieja data. De ahí las suspicacias. Pero el Senador las rechaza y sostiene que hay una campaña para desprestigiar a su familia. Diría que no es gratuita y que “cuando el río suena…”. Durante la alcaldía de Iván, Bucaramanga retrocedió ahogada por el clientelismo y el manejo poco claro de los recursos. Acabó sometida a la Ley de quiebras y la Contraloría municipal no pudo fiscalizar los contratos bajo sospecha debido a que un incendio destruyó la sede de la Alcaldía y los archivos quedaron reducidos a cenizas. Con Samuel, Bogotá va de para atrás como el cangrejo y la corrupción crece como la maleza.
Los escándalos rondan a los Moreno Rojas. La relación Moreno-Tapia parece encajar en esa modalidad de corrupción clientelista que podría resumirse en la frase “tú me financias la campaña, yo te pago con contratos”. Una fórmula ya patentada y extendida en todo el país, que ilustra muy bien cómo se han borrado los límites entre lo público y lo privado en la política, convertida en oficio para tramitar intereses individuales.
Lamentable ver cómo en el interior del Polo se ha consolidado el clan de La Capitana, que persigue el poder no propiamente en función de los más, sino para satisfacer ambiciones personales y familiares.
