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Verdad Abierta, el medio que lleva 15 años investigando la violencia colombiana, viene haciendo un impresionante proyecto para verificar declaraciones y trinos de gente poderosa en contra de líderes ambientales, indígenas, sociales y políticos de base. Estas víctimas ponen el pecho por todos nosotros en el territorio, defendiendo la ley, la naturaleza, los derechos; enfrentando criminales y mafiosos. Según Indepaz, este año, hasta marzo, iban 38 asesinados y, en el 2024, mataron a 173. Documentó Mongabay Latam que 37 de ellos eran líderes indígenas. Además, los violentos les reclutaron a la fuerza a 817 de sus niños.
No obstante, políticos y periodistas, quienes más deberían estar con ellos en la defensa de las normas democráticas, están entre los que más los atacan. Y los más vilipendiados son los líderes indígenas.
Por eso vale la pena detenerse en un caso. La senadora María Fernanda Cabal trina contra los indígenas del Cauca cada vez que son noticia. Les dice terratenientes, vagos, hasta conchudos.
Sí es verdad que los indígenas tienen tierras colectivas que suman 33 millones de hectáreas, pero según el proyecto Verifico, 31,2 millones de esas tierras son nacimientos de agua, reservas forestales o áreas protegidas por ley.
Al conservar esos bosques, los líderes indígenas del Cauca –como muchos otros en Colombia– están garantizando servicios ambientales indispensables para la economía, como el agua potable y para riego, la regulación del clima o la biodiversidad que protege contra pestes y plagas.
El mercado de bonos de carbono, por ejemplo, monetiza uno de estos servicios, el de absorción de carbono que prestan los bosques, y remunera a las comunidades que los cuidan. Aerolíneas y gasolineras compran bonos de carbono para compensar sus emisiones.
Cabal proviene de las consentidas familias azucareras del Valle que, según documentó Vorágine hace unos años, han forjado su riqueza con este monocultivo. Otra investigación de Cuestión Pública encontró que esta industria, que ocupa cientos de miles de hectáreas entre el Cauca y el Valle, desecó humedales, invadió rondas del río y, a pesar de recientes esfuerzos por gastar menos, hoy usa buena parte del agua disponible en la región. La senadora no parece estar consciente de que si no fuera por el coraje de esos “conchudos” que protegen con su vida los nacimientos de agua, la industria que fundó su familia estaría en aprietos.
Cabal también criticó a los líderes del CRIC por salir a marchar con palos. Se refería a los bastones de la Guardia Indígena, las armas simbólicas y pacíficas con las que han defendido el medio ambiente de depredadores como los violentos narcos que vienen a imponer a fusil la siembra de cultivos ilícitos, o antes rescataron secuestrados a manos de la guerrilla.
Ni valdría la pena mencionar los ataques de la senadora, anclada en otro tiempo donde los extensos monocultivos era lo que se consideraba desarrollo productivo. Recién hasta hace poco está calando la consciencia de que proteger esos servicios ambientales que nos dan los bosques es la labor estratégica y fundamental que cumplen las comunidades indígenas para el país. No obstante, en menos de una década han asesinado a 84 líderes indígenas en Cauca y los insultos de los poderosos los hacen más vulnerables.
Un líder que aspira a ser presidente de Colombia debería estar defendiendo a las comunidades indígenas, que son las que preservan el agua para todos, las que han pagado con sangre la contención del avance deforestador del narco, las que le ayudan a la humanidad a mitigar el cambio climático.
Pero es que la triste política mundial ha puesto de moda estigmatizar a los más vulnerables, incitar al odio y propagar la ignorancia.
