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¡No perdamos el juicio!

María Teresa Ronderos

04 de agosto de 2025 - 12:05 a. m.

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Esta vez, podríamos llamar a las cosas por su nombre, aunque no cuadren con los relatos extremos repetidos por unos dirigentes sin imaginación que nos devuelven al espiral de violencia una y otra vez.

Estoy hablando de la respuesta colectiva a la condena, en primera instancia, del expresidente Álvaro Uribe Vélez, 73 años, por haber sobornado a testigos en un proceso penal y haber cometido fraude.

La jueza Sandra Heredia dijo que este no era un juicio a las actuaciones políticas del expresidente. Ella, en derecho, estaba protegiendo la legitimidad de su decisión. No obstante, un fallo contra el expresidente de mayor influencia en el país en el último cuarto de siglo siempre va a ser de alto impacto político. Por eso nos sirve para ponerle distancia a nuestra historia.

Preguntar, por ejemplo, ¿por qué un líder de la envergadura de Álvaro Uribe, que agarró las riendas de un país desbaratado en 2002, y lo rescató del abismo, y podría haber pasado a la historia como héroe, escoge voluntariamente mostrar sus pies de barro? ¿Se arriesgó Uribe a denunciar al senador Iván Cepeda para evitar que surgieran testigos de un pasado que lo avergüenza? ¿Asumió que su poder lo protegería y le falló el cálculo? ¿Quién amenaza a fiscales, juezas, periodistas que cubren este juicio?

Quizás las respuestas surjan cuando podamos zafarnos de una camisa de fuerza que no nos deja pensar libre y críticamente sobre nuestros líderes. Decir por ejemplo que sí, que Uribe salvó al país del abismo. En 2001, la guerrilla cometía 10 secuestros diarios y los paramilitares, una masacre a la semana y, en 2006, las cifras de crímenes cayeron dramáticamente.

Esta verdad no quita, que digamos, otra. Que el gobierno Uribe premió a los militares por litros de sangre producidos y eso disparó las ejecuciones extrajudiciales de inocentes (indolentemente llamados “falsos positivos”). Y que eso ya venía pasando en el país desde hacía 30 años. Contar también que su gobierno pidió al Congreso aprobar un arreglo con los paramilitares que les era escandalosamente favorable.

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Sí, que Uribe, desde la gobernación de Antioquia aupó las Convivir, un engendro que dio licencia a narcos para formar grupos privados armados. Pero también es cierto que no se las inventó él, sino que venían de dos gobiernos atrás. Y que el gobernador Uribe tuvo oídos sordos a las advertencias de Jesús María Valle sobre la complicidad entre jefes paramilitares, fuerza pública y funcionarios civiles, y a éste, y a decenas de fiscales antioqueños, los mataron bajo su mirada pasiva.

Y eso no le quita que millones de colombianos vivan agradecidos con él porque sintieron, en carne propia, que por fin a alguien le importaba su suerte y detenía el terror.

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No perdamos la oportunidad que nos abre este juicio.

¿Para qué alinearnos, cada uno a su esquina de cuadrilátero, con ideologías de hace 25 años y repetirnos medias verdades sobre un líder cuyo tiempo ya pasó?

Propongo más bien que este episodio tan penoso nos sirva para construir una sociedad mejor. Primero, apreciando que haya juezas y fiscales independientes que obran con entereza. Eso ya casi no se encuentra en este continente. La justicia colombiana no dejó a Uribe entronizarse en el poder como un Maduro, y mandó a la cárcel a más de 50 congresistas cómplices de los violentos. A veces los poderosos corrompen la justicia, pero ésta ha probado ser resiliente. Deberíamos celebrarla más y apreciarla mejor.

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También sugiero que este fallo nos sea aleccionador para exigirles a nuestros nuevos líderes transparencia, coherencia, honestidad. No puede ser que nuestros mejores líderes, como Uribe Vélez, también sean los peores.

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