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Petro, ganar así es perderlo todo

María Teresa Ronderos

06 de diciembre de 2021 - 12:30 a. m.

Gustavo Petro defendió el Acuerdo de Paz y la nueva Constitución de 1991, que trajeron mayor justicia para los colombianos. Dio una batalla valiente —y por años bastante solitaria— contra el paramilitarismo, alertando cómo sus tentáculos se deslizaban por la curules del Congreso, le chupaban la sangre a la salud pública y se apropiaban del poder de varias ciudades para repartirles contratos a sus cómplices.

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Todos los días denunciaban un complot contra su vida.

Mientras era alcalde de Bogotá (2012-2015) fue consistente con ese coraje. Cuando hizo cumplir un fallo de la Corte Constitucional en favor de los recicladores, casi lo tumban. Puede que haya habido improvisación en la forma como hizo las cosas, pero fue congruente con su discurso en favor de los más vulnerables y en contra de los arreglos mafiosos para ganar utilidades exorbitantes con el Estado. Tan fue así, que la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló a su favor, considerando que le habían violado sus derechos políticos.

En la anterior campaña presidencial, aunque llena de intimidaciones en su contra, Petro se mantuvo en línea. Perdió las elecciones, pero no su integridad.

En esta campaña, sin embargo, Petro está acercándose peligrosamente a echar por la borda su prestigio de hombre coherente. Para justificar a su último aliado, Luis Pérez, exalcalde de Medellín, dijo que “no estaba construyendo un partido, sino una forma de gobernar en la cual se acuerde lo fundamental que garantice realmente los derechos de las personas”.

¿De veras, Petro? ¿Va a garantizar los derechos de las personas aliándose con el padrino de boda de la hija de Rocío Arias, condenada por parapolítica? ¿En qué “fundamentalmente está de acuerdo” el petrismo con el gobierno de derroche que hizo Pérez, cuyo equipo dilapidó recursos públicos en vajillas de lujo y motos Harley-Davidson, y dejó a Medellín en bancarrota (un déficit de caja de $40.000 millones y reservas comprometidas por cuatro veces esa suma)? ¿Qué se puede pactar de verdadero con Pérez, quien sigue diciendo a los cuatro vientos sin sonrojarse que él hizo el Metrocable en Medellín y otras obras hermosas de la ciudad, a sabiendas de que apenas si puso la primera piedra y las dejó desfinanciadas, y de no ser por la diligencia de su sucesor, Sergio Fajardo, estas no existirían?

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En la lista de aliados recientes del Pacto Histórico propensos a la demagogia figuran además Alfredo Saade, el presunto profeta del cristianismo fundamentalista que ofrece traer como rebaño su feligresía a las urnas, y los Daes en la costa Caribe, cuya fortuna explicable se debe en buena parte a sus contratos jugosos con Barranquilla. ¿Qué normas progresistas pactó con el dudoso profeta? ¿Qué ética ciudadana, con el contratista?

Quizás en su afán de demostrar que no es el coco que pinta la derecha, Petro se está volviendo uno. ¿Se cansó de batallar y prefirió unírseles?

Se justifica alegando que es necesario hacer acuerdos con el enemigo para poder hacer la paz. Él sabe que esto no tiene nada que ver con la paz. Nos tragamos el sapo de firmar un acuerdo con los violentos porque la paz es un bien público mayor y aun así hubo concesiones grandes. ¿Pero cuál es el bien público mayor que emerge de aliarse con Pérez, Daes o Saade? ¿Y en ese “acuerdo de paz” qué concesiones hizo?

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Creo que, despojado de palabrería, el afán de Petro ahora es ganar y hacer de cuenta que ello no tendrá costo a la hora de gobernar. Pero ganar así sería perderlo todo. Echar por la borda una vida coherente y una esperanza real de que se puede gobernar de otra manera.

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