
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Los rumores ahogan al gobierno Petro.
Son los tiempos que corren, es cierto. Estados Unidos está a punto de elegir a un candidato condenado por fraude porque los ciudadanos están siendo bombardeados con videos y chats que les trabajan los miedos (a los migrantes, a los de otro color de piel…). Los llevan así, como flautista de Hamelin, directo al precipicio.
Pero también es cierto que si un gobierno no comunica bien, no manda. En la opacidad y las medias verdades florecen los chismes.
Nuestro presidente desaparece o no llega a citas importantes y se niega a dar información certera que lo explique. Su mano derecha, Laura Sarabia, salta de un escándalo a otro, pero no aparecen explicaciones documentadas, claras, sobre si anduvo con demasiado dinero en efectivo o si le alcahuetea a su hermano enriquecerse cuadrando contratos estatales.
En estos casos, y en muchos otros, la reacción es instintiva, como de animal herido, que se defiende atacando. O salen con el viejo alegato de que la justicia esclarecerá, cuando todos sabemos que la justicia no esclarece en los tiempos urgentes que le da la política. Son respuestas que transpiran debilidad. No hay estrategia de comunicación, no hay disciplina de mensaje. Es una improvisación constante, un bullicio donde cada ministro trina para su lado en redes sociales.
El propio Petro sabotea esa tarea central de gobierno. Tantos años perseguido y en la oposición, aún no parece tomar consciencia de que es la persona más poderosa de Colombia, entonces malgasta ese poder y causa estragos. Un presidente no puede andar lanzando barbaridades contra periodistas con nombre y apellido (como insinuar que María Jimena Duzán “hace periodismo Mosad”, en referencia a la agencia de inteligencia israelí), como si fuera un ciudadano del común diciendo lo que le viene en gana en la red X. Sus palabras ligeras terminaron causándole a una señora periodista como Duzán amenazas reales. Es como andar por la calle apuntando una pistola que se cree que es de juguete, pero que dispara balas de verdad.
El gobierno tampoco parece liderar la agenda pública. El respetado magistrado Jorge Enrique Ibáñez denunció que creía que el Estado había chuzado su teléfono y, como lo describió La Silla Vacía en detalle, el asunto se infló hasta convertirse en un titular que gritaba Magistrados Chuzados y, cuando las cortes salieron a solidarizarse, quedó en el aire que todos estaban interceptados e incluso que periodistas también.
¿Informó la presidencia por qué le había parecido al magistrado que estaba chuzado? No. Mientras la ola de espuma crecía, un gobierno endeble negaba y esgrimía argumentos ideológicos (¿chuzar yo que he sido víctima?). Los secretos a voces siempre son más creíbles que las negaciones oficiales. Al final, en la rueda de prensa que dio Ibáñez, le bajó el tono al drama e incluso mencionó que podía tratarse de un virus.
Por lo que circula en redes (por ejemplo, un video de comentaristas españoles aireando un sancocho de manidas teorías de conspiración en favor de Petro) el gobierno también está patrocinando la circulación de especies infundadas.
Meterse a enfrentar rumor con conspiración es mala idea. Lo que falta es una estrategia de comunicación que consiga que sus múltiples voces le den coherencia a los mensajes y respondan las acusaciones y denuncias con firmeza y transparencia. Un vocero oficial, al menos, que ponga los documentos y las evidencias de cada caso al servicio de los ciudadanos, y le dé sustento al discurso petrista de que su compromiso es con la honestidad y la democracia. Sin ello, este gobierno que tanta esperanza de cambio real despertó, va a sucumbir en una algarabía de chismes y preguntas sin respuesta.
