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La historia está viva

María Wills Londoño

31 de julio de 2024 - 09:16 p. m.

El evento de apertura de los Juegos Olímpicos lo fue todo. Un desborde a la francesa, un deleite que linda con el exceso y todo ello ante toda una declaración de derechos y libertades que, en muchas latitudes, se han coartado llevando el curso de la sociedad por caminos exageradamente conservadores. El manejo que se dio a través de alusiones al arte no puede, sino dejar contentos a los que creemos que el deporte del alma es la creación. A pesar de existir críticas de los defensores de la idea de patrimonio a la antigua, nada más refrescante que ver el fuego olímpico cruzando el Louvre o la obra La libertad guiando al Pueblo de Delacroix como una escena teatral; y la alusión desde el performance al “menage a trois” de la película Bande a Par, de Jean Luc Godard, emblema de la nueva ola del cine en Francia, con un coqueteo absolutamente perfecto que inicia en la Biblioteca Nacional de Francia Richelieu, a través de un intercambio de libros.

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Francia afirmó su lugar frente a la contemporaneidad, que no es otro que el de permitir que el pasado esté vivo, el de amar y citar la historia como parte esencial de la construcción del presente. Siendo una persona que está constantemente buscando formas de que el arte llegue a la gente, quedé profundamente tocada por esta reivindicación de la cultura a la francesa, en donde lo más intelectual dialoga con lo más frívolo.

Hay que decir que es gracias a la industria de la moda de lujo y a casas como LVMH, Cartier, Pinault, que desde hace unos años Francia está retomando el liderazgo como capital central de museos y centros de arte que están fundados o patrocinados por estas empresas para hacer las mejores exposiciones.

El evento Olímpico además tuvo un perfil mediático y televisivo ambicioso y sin precedentes. Lo que antes era en estadios, ahora fue un recorrido por la ciudad. El cambio de paradigma en este tipo de eventos es total. París como epicentro cultural del mundo, visitar techos, catacumbas y ver en el Louvre, sus cuadros tomando vida es algo que inserta al arte y la historia en lo que fue seguramente el programa cultural con más rating en las pantallas a nivel internacional (y ojalá supere al superbowl)

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En medio de polémicas sobre el uso de los referentes a la historia del arte, pues un fragmento performático sobre libertades de género se realizaba como un bacanal en honor a los dioses griegos del Olimpo y terminó siendo confundido con una última cena, ofendiendo a algunos católicos. Está claro que ante todo hay mensajes muy necesarios de reconciliación. Como lo reitero el director artístico del evento: “Mi voluntad es simplemente decir que somos un gran ‘nosotros’. (…) enviar un mensaje de amor, un mensaje de inclusión y para nada dividir”. Este deseo de unión lo destacó también en el diálogo musical entre Aya Nakamura, artista francomalinesa, saliendo de la Academia Francesa de la lengua a cantar acompañada de la banda de música de la Guardia Republicana (después de haber sido atacada por Marine Le pen, por ser según ella una humillación al pueblo francés por el uso del idioma en sus canciones). Otro importante reclamo se relacionó con la presencia de mujeres en los espacios públicos gracias a la intervención en la cual salían del agua monumentos escultóricos de las líderes más importantes de la historia del país frente al edificio de la Asamblea Nacional recargado de estatuas de hombres.

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Thomas Jolly, actor, realizador y fundador de la academia de teatro La Piccola Familia, fue el encargado de la dirección artística. Como buen experto en Shakespeare y en tragedia griega, hizo una increíble recreación de Séneca, sabe que el teatro es una manera de hacer comentarios sobre poder, y gracias a las posibilidades de la parodia, de la exageración, el evento que vimos hace unos días fue un lujo de lección emancipatoria y tolerancia comunitaria. El Teatro se afirmó como una de las artes más potentes para abordar a la historia, una materia que necesita músculo, que necesita ejercitarse para no olvidarse, y esta ocasión fue perfecta, además, para la extrema derecha: no olvidamos, para no repetir.

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