En buena hora un grupo de empresarios de Buenaventura se han unido para rescatar todo lo positivo que tiene este puerto, satanizado por las malas noticias que parecieran ser lo único que se da en la isla de Cascajal.
Si bien es cierto que allá se dan toda suerte de delitos y exabruptos, y que por ejemplo cinco de sus últimos alcaldes están tras las rejas, también hay hechos positivos que vale la pena que sean conocidos por la opinión pública, para que exista una información equilibrada y no lo que vemos hoy, cuando solo se destacan, y de qué manera, aquellos sucesos que hacen ver al bello puerto del mar como una pocilga asquerosa donde lo único que pareciera prosperar es el delito.
Esta organización está propendiendo porque se reconozcan y destaquen las bienaventuranzas porteñas, pues no son pocas y constituyen la otra cara de la moneda, que debe ser tenida en cuenta para borrar esa imagen malosa que harto daño le ha causado y sobre la cual se ha montado una película francamente infame.
La gran prensa, y me perdonan, solo tiene en cuenta la sangre, la corrupción y los torcidos, pero nunca se detiene a exaltar los valores, esfuerzos y aciertos de una población que lucha por salir adelante peleando contra las fuerzas adversas que no han podido derrotarla.
Para ello requieren la comprensión y solidaridad de los colombianos, quienes no deben seguir siendo ajenos a esos compatriotas empeñados en demostrar que su natal no es ese nido de ratas y criminales untados de narcotráfico y de todo lo que ello conlleva.
Creo que es un deber abrirles las puertas a estos connacionales, conocer sus proyectos, apoyarlos y darles la mano para que el primer puerto de Colombia sobre el Pacífico sea mirado con otros ojos y se le haga justicia a gente buena y batalladora que libra una incesante batalla contra una percepción que no corresponde a su realidad.
En buena hora un grupo de empresarios de Buenaventura se han unido para rescatar todo lo positivo que tiene este puerto, satanizado por las malas noticias que parecieran ser lo único que se da en la isla de Cascajal.
Si bien es cierto que allá se dan toda suerte de delitos y exabruptos, y que por ejemplo cinco de sus últimos alcaldes están tras las rejas, también hay hechos positivos que vale la pena que sean conocidos por la opinión pública, para que exista una información equilibrada y no lo que vemos hoy, cuando solo se destacan, y de qué manera, aquellos sucesos que hacen ver al bello puerto del mar como una pocilga asquerosa donde lo único que pareciera prosperar es el delito.
Esta organización está propendiendo porque se reconozcan y destaquen las bienaventuranzas porteñas, pues no son pocas y constituyen la otra cara de la moneda, que debe ser tenida en cuenta para borrar esa imagen malosa que harto daño le ha causado y sobre la cual se ha montado una película francamente infame.
La gran prensa, y me perdonan, solo tiene en cuenta la sangre, la corrupción y los torcidos, pero nunca se detiene a exaltar los valores, esfuerzos y aciertos de una población que lucha por salir adelante peleando contra las fuerzas adversas que no han podido derrotarla.
Para ello requieren la comprensión y solidaridad de los colombianos, quienes no deben seguir siendo ajenos a esos compatriotas empeñados en demostrar que su natal no es ese nido de ratas y criminales untados de narcotráfico y de todo lo que ello conlleva.
Creo que es un deber abrirles las puertas a estos connacionales, conocer sus proyectos, apoyarlos y darles la mano para que el primer puerto de Colombia sobre el Pacífico sea mirado con otros ojos y se le haga justicia a gente buena y batalladora que libra una incesante batalla contra una percepción que no corresponde a su realidad.