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Jamás que yo recuerde, las relaciones del gobierno del Valle con la Presidencia de la República habían estado tan agrietadas y desapacibles como lo que hoy estamos viviendo entre la gobernadora de los Vallecaucanos y el presidente Petro.
No hay semana en que Dilian no le exija al primer mandatario más atención en materia de seguridad porque en obras perdimos el año. A ninguno de los proyectos del primer departamento de Colombia le paró cinco de bolas y no le importó haber engañado a un electorado, al cual conquistó su triunfo a punta de falsas promesas.
La más reciente frustración fue el conejo que le puso al proyecto del Tren de Cercanías con el cual se había comprometido engañosa y mentirosamente. Le ha tocado al Valle arreglárselas como puede y ahí van las obras de infraestructura y otros milagros de este Valle, paraíso de todos.
Pero en materia de seguridad –repito– Petro se sigue haciendo el pendejo y, por más reclamos que se le hacen, se limita a echar mentiras. Si se le desmiente, vocifera contra atacando con más mentiras sobre las mentiras.
La situación de orden público que padecen los vallecaucanos es de extrema gravedad y cada vez la narco guerrilla y la subversión ganan más y más terreno. Eso lo sabe y lo reconoce la maniatada fuerza pública y la inteligencia militar.
El asesinato de dos agentes de la Policía en esta semana lo comprueban y los efectivos militares no se dan abasto. Nuestra policía y nuestro ejército son insuficientes. Ya no dan más y a pesar de que Dilian saca recursos y hace rendir cada pesito, no es suficiente y de ahí sus justos reclamos.
Y Petro dice que no es así. Que la gober es una mentirosa. Que él ha puesto miles de soldados para controlar la situación y, como se le respalda con hechos, se encoleriza y las relaciones están rotas.
¿Resistirá el Valle este importaculismo y seguirá creciendo la inseguridad, las tomas, los bloqueos y los asesinatos? Menos mal que tenemos una mandataria sin pelos en lengua, que no se queda callada y que puede llegar hasta las últimas consecuencias –un paro cívico departamental, por ejemplo– para presionar por más atención al departamento que, insisto, le puso los votos para su mediocre gobierno.
