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Durante el estallido social, Cali padeció como ninguna otra ciudad de Colombia la peor destrucción en toda su historia. La Fundación Propacífico identificó que entre los manifestantes hubo jóvenes desesperados que habían acumulado motivos para su rebeldía y encontraron en esas protestas y desmanes la manera de desahogar su frustración por el desempleo y la exclusión.
Fue así como reunieron a estos muchachos e iniciaron una labor de resocialización. La tarea no era fácil por la desconfianza entre las partes: ¿cómo así que el empresariado vallecaucano estaba dialogando con esos vándalos y que esos vándalos estaban dialogando con los llamados cacaos?
Así se creó Compromiso Valle, que ha logrado el milagro de incorporar a estas personas que estaban casi desahuciadas socialmente y sus actitudes antisociales pudieron ser escuchadas y entendidas.
Con una inversión de más de $91.000 millones donados por las empresas de la región, se han creado 3.300 nuevos empleos, se han fortalecido 20.000 emprendimientos y en su momento se atendieron más de 300 comedores comunitarios. Un total de 2,7 millones de raciones alimentarias calmaron el hambre de miles de personas que llegaron a decir que era mejor la comida que les servían en las carpas callejeras que lo que a duras penas comían en sus casas, si es que había algo para echar a las ollas además de agua y sal.
Pero no solo se ha generado empleo: se han capacitado más de 2.000 personas en liderazgo y se realizaron más de 11.000 mediaciones de conflictos. Una gran vaca también ha recibido donaciones internacionales y aportes del sector oficial que se ha sumado a tan noble causa.
Compromiso Valle sigue adelante y se ha convertido en un ejemplo mundial de solidaridad, pero como estamos en este país, donde todo es malo o dudoso, no ha tenido el merecido despliegue porque la gran prensa sencillamente se ocupa más de lo negativo que de lo positivo.
