Quienes creían que el exvicepresidente Angelino Garzón iba a asumir cara de mueble viejo y que dedicaría el resto de sus días a vivir de los recuerdos —que es lo que siempre hacen los ex— están equivocados.
Tras superar con éxito un accidente cerebrovascular que le dejó unas poquísimas secuelas corporales pero no mentales, el devoto creyente del Milagroso de Buga viene con un cuento que, en un principio, nadie le copiaba.
Ante la acalorada polarización cada vez más creciente que estamos padeciendo y hasta protagonizando, dividiéndonos en dos bandos al parecer irreconciliables entre los derechistas e izquierdistas, peleándonos quienes creemos ser los buenos y quienes son los malos, Angelino ha decidido coger por la calle del medio con una propuesta que está haciendo carrera.
Con la sencillez que lo caracteriza, está proponiendo una —llamémosla— actitud no solo para el tema político, sino además como una norma de comportamiento para todas nuestras acciones.
Sin creerse un De Mello o un Coelho y lejos de querer posar de líder espiritual, anda diciendo que tenemos que optar por entendernos a pesar y por encima de las diferencias ideológicas, partidistas, religiosas y hasta futbolísticas.
Elemental, dirán muchos; una bobada, expresarán otros; valiente “huevonada”, manifestarán algunos, pero con este planteamiento básico es como, a su juicio, podremos afrontar la intolerancia que nos sigue llevando a unos abismos irreconciliables en los que no habrá vencedores ni vencidos.
Tan solo una estela de odios, violencia y hasta sangre nos va a quedar en caso de proseguir con estas actitudes de no soportar al contrario, a quien atacamos con dardos venenosos, cuando no ejercemos el sicariato verbal y epistolar, que deja heridas tan profundas como las balas y las bombas.
Es mucho, pues, lo que pueden ayudar las palabras de Angelino en estos momentos de efervescencia y calor... y la noche que llega.
Quienes creían que el exvicepresidente Angelino Garzón iba a asumir cara de mueble viejo y que dedicaría el resto de sus días a vivir de los recuerdos —que es lo que siempre hacen los ex— están equivocados.
Tras superar con éxito un accidente cerebrovascular que le dejó unas poquísimas secuelas corporales pero no mentales, el devoto creyente del Milagroso de Buga viene con un cuento que, en un principio, nadie le copiaba.
Ante la acalorada polarización cada vez más creciente que estamos padeciendo y hasta protagonizando, dividiéndonos en dos bandos al parecer irreconciliables entre los derechistas e izquierdistas, peleándonos quienes creemos ser los buenos y quienes son los malos, Angelino ha decidido coger por la calle del medio con una propuesta que está haciendo carrera.
Con la sencillez que lo caracteriza, está proponiendo una —llamémosla— actitud no solo para el tema político, sino además como una norma de comportamiento para todas nuestras acciones.
Sin creerse un De Mello o un Coelho y lejos de querer posar de líder espiritual, anda diciendo que tenemos que optar por entendernos a pesar y por encima de las diferencias ideológicas, partidistas, religiosas y hasta futbolísticas.
Elemental, dirán muchos; una bobada, expresarán otros; valiente “huevonada”, manifestarán algunos, pero con este planteamiento básico es como, a su juicio, podremos afrontar la intolerancia que nos sigue llevando a unos abismos irreconciliables en los que no habrá vencedores ni vencidos.
Tan solo una estela de odios, violencia y hasta sangre nos va a quedar en caso de proseguir con estas actitudes de no soportar al contrario, a quien atacamos con dardos venenosos, cuando no ejercemos el sicariato verbal y epistolar, que deja heridas tan profundas como las balas y las bombas.
Es mucho, pues, lo que pueden ayudar las palabras de Angelino en estos momentos de efervescencia y calor... y la noche que llega.