Es una especie de autobiografía. Es un testimonio de vida. Es el relato de una existencia. Es una crónica deliciosa. Esto y mucho más es el libro Leer para vivir de Felipe Ossa, el librero más importante de la Colombia de hoy. Sin haber fundado una librería, sin ser dueño de alguna y sin tener acciones en ninguna, lleva medio siglo y unos años más (¿60?) en ese noble oficio que ha sabido ejercer con paciencia, dedicación y esmero.
Felipe se metió en ese mundo de la mano de don Jesús Ordóñez, quien innovó con un lugar accesible a quienes llegaban en busca de qué leer, que bautizó Librería Nacional hace 80 años y permitió, por primera vez en nuestro país, que el público ojeara y palpara los libros y las revistas, ya no perdidos en unos mohosos anaqueles sino exhibidos cual mercancía de supermercado con el sistema del self-service.
Fue de pura carambola que Ossa llegó al local del edificio Colseguros de la Plaza de Cayzedo en Cali, como simple bodeguero en un sótano solitario y oscuro. Venía de la casa en su natal Buga, donde cursó lo que otros estudiaron en el colegio de don Narciso Cabal, aventajándolos a todos en conocimientos y sabiduría.
En ese sótano fue pillado por don Jesús, a quien le llamó la atención que ese mozalbete estuviera embebido empachándose con los clásicos universales y todo lo que le diera la gana, ejerciendo hasta las madrugadas la insomne actividad de ratón de biblioteca.
Pronto Ossa ascendió al primer piso y rápidamente se convirtió en asesor de quienes llegaban a la Nacional y lo buscaban por sus acertados consejos. Lo anterior y lo que siguió después es contado en un lenguaje ameno, sin muchas vueltas, a la manera de esos cuentos y novelas que lo enganchan a uno. No en balde Felipe ha leído centenares de libros de todo tipo y requetesabe qué es lo que más le gusta leer a la gente, desde los más niños hasta quienes se quedan dormidos en un prólogo.
Como dato curioso, este ávido lector, que tiene anécdotas maravillosas con los grandes de la literatura, —como Gabo, entre muchos— es un apasionado de las tiras cómicas y, quién lo creyera, ha publicado cinco libros sobre el particular y otros tantos que han batido récords en ventas.
Felipe Ossa, descomplicado, cercano, afable, carente de esos halos pedantes de los “leídos”, logró que esta pasada Navidad fuera para mí un bálsamo de placidez y tranquilidad con una impecable edición, una caja tipográfica excelente y unas ganas enormes de que no se acabaran esas 162 páginas que devoré con fruición y alegría.