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La nueva moda en materia de protestar y patalear son los bloqueos exprés que realizan de buenas a primeras grupúsculos de agitadores que asesoran a distintas etnias para hacerse notar y ser noticia, obligando a los gobernantes de turno a reunirse con ellos y hasta prometerles soluciones imposibles de cumplir, con tal de que despejen las vías.
Lo sucedido con el taponamiento de la carretera Panamericana a la altura de Piendamó, que dejó sitiada a Popayán por varias horas a comienzos de esta semana, es una clara muestra del poder que tienen algunas comunidades. En este caso fueron capaces de amedrentar a los operarios de las retroexcavadoras que están haciendo la ampliación de la vía, obligándolos a echar tierra y balastro sobre la carretera, so pena de que, si resistían, quemarían las máquinas con ellos adentro. Ante esta situación no le quedó de otra al Gobierno que hacer presencia y negociar, ofreciendo quién sabe qué cosas y las consabidas mesas de diálogo que suelen terminar en nada.
Y ahora el bloqueo exprés tendrá como escenario la carretera a Buenaventura a la altura de Dagua, donde unos pocos perjudicarán a unos muchos en este puente que recibirá (¿?) a cientos de observadores de ballenas —provenientes ambos de lejanas tierras— que podrían quedarse con los crespos hechos. Contribuyen así a la mala prensa que nos agobia y perjudican además las actividades portuarias que no han tenido respiro en este último año.
Este fenómeno está funcionando con éxito en otras regiones de nuestra geografía y responde a una campaña nacional perfectamente organizada para generar caos y desasosiego. A los pobres funcionarios de turno les toca ir de la Ceca a la Meca tratando de apagar incendios con baldaditos de agua para atenuar las llamas y no más.
Alrededor de estos casos, llama la atención la ausencia de la fuerza pública, no se le ve en ninguno de esos bloqueos. La autoridad no aparece ni para bien ni para mal. Simplemente no está. Ni policías ni soldados hacen aunque sea actos de presencia. Los vándalos están solos haciendo lo que les viene en gana. Nadie los repele, nadie los controla. Son los dueños del balón.
