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LA INFILTRACIÓN GUERRILLERA EN nuestras universidades y colegios públicos no es nueva. Por el contrario, llevamos años de un tolerante maridaje entre los grupos estudiantiles de extrema y las directivas docentes, quienes se soportan mutuamente.
Pero cuando las cosas pasan a mayores, se develan exabruptos como los que acabamos de ver, en que hasta el propio rector de una institución superior, si no es cómplice de las Farc, al menos practica el viejo oportunismo del “ver, oír y callar”.
Lo anterior me recuerda mis épocas universitarias en que todavía la guerrilla no había llegado con todos sus juguetes al alma máter pero allí estudiaban muchos de los que después se fueron al monte, empuñaron fusiles y mataron y secuestraron en nombre de la causa. Al final unos murieron, otros se reinsertaron a la vida común y corriente y no pocos andan por las montañas de Colombia pregonando aún sus teorías mamertas trasnochadas y revaluadas.
Entre esos grupos de activistas descollaban aquellos estudiantes eternos, esos que nunca se graduaban ni se graduaron y que permanecían en las cafeterías, pasillos y campus universitarios haciendo su proselitismo y captando primíparos en función de sus causas.
Supe de uno de estos especímenes que permaneció 25 años en la universidad. Jamás coronó carrera alguna y fue admitido en más de una. Que yo sepa, diez camaradas más hicieron lo mismo y en el lapso que duraron sus periplos estudiantiles consiguieron becas de honor (¿o de horror?) y alimentación y hasta vivienda totalmente gratuitas. Ah, e incluso fueron monitores. Jamás se les llamó la atención ni se indagó, así fuera por pura curiosidad, qué diablos era lo que hacían durante lustros y décadas en su condición de estudiantes.
Apuesto que este fenómeno existe todavía en nuestras universidades. Que las directivas saben de ello y que nada hacen por ponerle coto a semejante vagabundería que les quita el cupo además a quienes desean estudiar y terminar una profesión en el tiempo debido.
¿Exceso de tolerancia? ¿Ingenuidad acaso? ¿Falta de autoridad y pantalones? ¿Miedo a retaliaciones? Lo que sea. Valdría la pena averiguarlo. La sorpresa sería enorme y explicaría muchas cosas de las que suceden en esos reinos inexpugnables en que se han convertido muchas universidades colombianas.
