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Lo sucedido en día pasado en una valerosa Universidad cuando un grupo de sus alumnos no se dejaron amedrentar por un puñado de encapuchados y se les enfrentaron y los obligaron a salir con el rabo entre las piernas, es un ejemplo a seguir. Cansados no, mamados, estos muchachos de que les destruyeran las zonas comunes y desvalijaran sus áreas de clase, decidieron darles la pelea y hacer respetar su alma mater. Los confrontaron por las buenas y por las malas, y los muy cobardes salieron despavoridos cabeciagachados y aculillados, en medio de una rechifla general y gritos de “fuera”, salidos de lo más íntimo del sentimiento estudiantil.
Esta actitud es lo que se necesita en nuestras universidades que deben soportar con estoicismo e impotencia la irrupción violenta ya ni siquiera de estudiantes sino de delincuentes comunes y corrientes, contratados para dichos fines. Lo que pasa es que creen que tienen patentes de corzo para hacer lo que les viene en gana, amparados, al parecer, en falsos carnets que les significan una inmunidad inexistente y las autoridades, a pesar de saber esto, no se atreven a tocarlos ni con el pétalo de una rosa.
Nuestras universidades deben soportar “estudiantes” que llevan hasta 20 años sin matrícula, finalizando unas interminables materias que les permiten estar en los claustros y lactar de los beneficios que reciben los verdaderos universitarios, mientras que las directivas se hacen las de la vista gorda y ni los expulsan y ni les prohíben la entrada.
Así como el mal ejemplo cunde, debería ser con esta echada que les propinaron a los encapuchados que les garantizó no volverán a meter sus narices ocultas en estos templos del saber.
