Tras más de ocho años de insistencia y persistencia, parece que por fin se concretará la construcción del necesario Tren de Cercanías. Esta obra permitirá unir inicialmente a los municipios de Cali y Jamundí en un trayecto de 23 kilómetros con 21 estaciones, que le ahorrará un 33 % los tiempos de viaje a su millón de usuarios. Con un costo cercano a los 12 billones de pesos, generará 14 mil empleos entre directos e indirectos y evitará la emisión de más de 37 mil toneladas de CO2 al año.
El Tren de Cercanías estará financiado en un 70 % por la nación y el 30 % lo pondrán los municipios beneficiados con el proyecto y la Gobernación del Valle. En su segunda parte se integrarán los municipios de Yumbo y Palmira, así como el Aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, y constituye la más importante obra de los últimos tiempos, a la cual le han hecho el quite durante años que parecen siglos habida cuenta el paquidermismo estatal y los ires y venires de la política que han impedido su despegue.
Por eso, el anuncio de la Ministra de Transporte, María Fernanda Rojas, de que en el mes próximo se firmará el aval técnico para cofinanciar el proyecto, ha revivido la esperanza de que no se quedará por allá engavetado tal como ha sucedido con la carretera Mulaló-Loboguerrero, que hoy duerme el sueño de los justos, para no citar sino un solo caso de maltrato al Valle del Cauca.
La gran duda que queda es que hasta allí llegue el proyecto y, de nuevo, se archive esta prioridad vallecaucana o se embolate la platica y nos quedemos viendo un chispero, como suele suceder en estas latitudes.
El alcalde Eder, la gobernadora Dilian y Propacífico tienen en sus manos la continuación del proceso. Teniendo en cuenta que la ley de garantías se inicia en noviembre, si no se le pone todo el vapor necesario, será una frustración más para este departamento de Colombia.