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Párenle bolas

Mario Fernando Prado

12 de marzo de 2015 - 08:44 p. m.

Buena parte de la dirigencia vallecaucana se ha hecho la orejimocha ante los reclamos de los indígenas del Cauca, quienes exigen la devolución de la Pachamama que, según dicen, les fue arrebatada a sangre y fuego siglos atrás.

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Gobiernos anteriores no sólo les prometieron miles de hectáreas sino que además no les han cumplido y a punta de caramelos les han mamado gallo años tras años, con evasivas cuando no con cartas de intención y compromisos de honor que se engavetan. Por ello las comunidades se rebotan, se toman la vía Panamericana, queman un par de vehículos y se repite una historia de nunca acabar.

Si ves ardiendo el rancho de tu vecino, pon tus barbas en remojo, dicen por ahí, y eso está pasando con el Valle del Cauca, que tiene en sus límites a cinco u ocho mil indígenas, ya no en las montañas caucanas sino en los extensos cultivos de caña de azúcar, tierras que reclaman como suyas por lo que pretenden que el Gobierno desembolse medio billón de pesos o más para que allí se asienten los resguardos y sigan cultivando caña para venderla a los ingenios vecinos (¡oh paradoja!). De allí donde están apertrechados estos connacionales a las goteras de Cali hay escasos minutos. Mejor dicho, estamos a tiro de cauchera. ¿Y qué se ha hecho? La verdad muy poco. Para el Valle, el Cauca ha sido como el pariente pobre y lejano al que se le ha hecho el quite. Pocos gobernantes y empresarios le han dado un trato justo y solidario a estos vecinos del sur sin prever lo que se les vino encima: los indios se bajaron del monte y no se van a quedar en el puente Valencia, que es el límite entre los dos departamentos. La consigna es seguir hasta la plaza de Cayzedo, tal como sucede con el parque de Caldas de Popayán.

Y lo peor de todo es que no se ve solución a la vista distinta a que papá Gobierno compre estas mil y pico de hectáreas a precios de oro y se las entregue a los resguardos, o si no, habría que sacarlos a la fuerza y nadie se le mide a ese chicharrón. Mientras tanto, siguen los bloqueos, siguen las escaramuzas y la guerrilla ve una oportunidad para infiltrarse y pescar en río revuelto.

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