CON LA SUPUESTA IDENTIFICACIÓN de los travestis que dieron muerte a garrote, tablazos y clavos al empresario Juan Fernando García Becerra en el populoso sector de Santa Mónica en Cali, el caso, lejos de acabarse, apenas comienza.
De acuerdo con lo que se ha conocido, García Becerra transitaba por el sector a eso de la una de la madrugada del pasado viernes cuando una gigantesca piedra le impactó el parabrisas de su carro. García reaccionó y una horda de LGBT lo atacó y finalmente lo asesinó.
Faltaba un muerto en el sector para que las autoridades le pusieran la atención debida a este lugar que desde hace años clama por la presencia de la Policía.
Según entiendo ya se tomaron medidas para erradicar de la zona a estos cientos de trabajadores (as) sexuales a quienes no hay dónde ubicarlos para que ejerzan su oficio sin que a su vez tampoco los acosen, los correteen y los maten.
Lo más grave es que se ha creado a través de internet un grupo desde luego anónimo que tiene como consigna la muerte de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales callejeros.
La guerra que se plantea incluye desde persecución y golpizas hasta el “sacrificio” a sangre fría. Hay docenas de homofóbicos listos a iniciar el patrullaje nocturno para “sanear y limpiar a Cali de esta plaga” y tal como sucede con las barras bravas y con las bandas populares hasta de los barrios más postineros, no se trata de simples amenazas: la cosa es diciendo y matando.
El Alcalde de Cali ha puesto el grito en el cielo y está intercediendo a favor de los LGBT pacíficos. A su vez, esta comunidad niega que hayan sido de Cali los asesinos de García y manifiestan que se trata de “falsos colegas” venidos de otra parte. La Policía no tiene efectivos para evitar esta situación y, desafortunadamente, la retaliación no se hará esperar.
¿Qué va a suceder con esta gente que ya ni la profesión más antigua del mundo va a poder ejercer sin temor a que por venganza o por placer los acuchillen o les disparen?