Rodolfo Martínez Tono

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No en vano este modelo fue copiado en varios países, sobretodo de Latinoamérica, con iguales resultados:  es, en materia de formación, algo de mostrar en el sombrío panorama de la educación de nuestro país.

 

Más técnicos, más operarios de máquinas, más obreros calificados y menos doctores y doctorcitos es algo que han ido  aprendiendo los colombianos que ven en las universidades y en las carreras tradicionales el medio para entrar a formar parte de nuestro mercado laboral.

 

Martínez Tono fue un hombre inflexible y jamás permitió, durante los casi 20 años que estuvo al frente de esta institución en la que hoy se capacitan más de un 1’200.000  compatriotas  y cuenta con cerca de 35.000  empleados, que la entidad se politizara e ingresara a ella la corrupción y el favoritismo. 

 

Desafortunadamente esa politiquería logró permearse durante un tiempo, aunque, menos mal hoy en día, ha retomado su rumbo y volvió a ser esa tacita de plata que concibió —dicen que a orillas del Sena— este Cartagenero al que pocas veces se le reconoció el invaluable aporte que le hizo a su patria .

 

Ojalá que su legado no sólo se quede en los muchos edificios del Sena que llevarán su nombre, en el consabido busto y en los óleos de rigor que presidirán muchas de las direcciones del organismo, sino que ese premio a la excelencia que se llamará Rodolfo Martínez Tono le haga honor a un irrepetible colombiano al que alguna vez le acompañe “Noches de Cartagena” que  tarareó en la penumbra de sus ya vagos recuerdos...