Hace unos ocho años se presentó una avalancha en Rosas (Cauca), muy cerca a la que se repitió desafortunadamente hace pocos días. En aquella ocasión hubo un gran revuelo por la cantidad de muertos y damnificados, lo que motivó al Gobierno a construir 92 apartamentos que supuestamente iban a ser entregados en un año.
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Sin embargo, después de todo este tiempo la construcción está abandonada y a lo sumo llegó hasta la obra negra, que llaman. El contrato en cuestión tuvo dos suspensiones, tres prórrogas, una modificación, una adición y en la actualidad se encuentra suspendido.
Resulta hiriente ver al lado de los restos de la actual avalancha esos edificios enmaniguados a los que les han robados sus entrañas y están a punto de desplomarse, mientras el contratante y el contratista están en el jueguito del “Tongo le dio a Borondongo”, cada uno tiene la razón, y si no es por la nueva tragedia, el caso se habría engavetado y habría terminado durmiendo el sueño de los injustos.
Por eso me preocupa que la historia se repita. De nuevo el Estado sacará fondos de donde no los tiene luego de la oportuna visita presidencial dos días después del suceso. Se adjudicará el contrato con todas las de la ley y volvería a pasar lo mismo, porque el mal ejemplo cunde.
De suceder esto habría —Dios no lo quiera— que esperar otra avalancha para que el país entero conociera semejante estropicio y volverían las partes a agarrarse en medio de prórrogas, modificaciones, adiciones y suspensiones, como ha sucedido con el contrato actual.
Hay que estar vigilantes, señores contratantes, interventores y todas las “ías”, para evitar que esto vuelva a suceder y que sea honrada la palabra de quien se hizo presente en el lugar de los hechos, a donde no acudieron los “salvadores” de la patria, ni siquiera para salir en la foto, como tanto les gusta.
