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Se está presentando un fenómeno en el comercio de vehículos y, aunque para muchos este es un tema exclusivamente para las secciones de automóviles, no me resisto las ganas de tocarlo porque va más allá de este sector de la economía.
Me explico: como bien se sabe, hoy en día adquirir un carro nuevo de la marca y el nivel que sea es algo tan fácil que no es sino firmar no sé cuántas letras y pagarés y usted sale estrenoso del concesionario conduciendo un refulgente 0 km, que con solo pisar la calle pierde hasta un 20 % del valor de lo que acaba de pagar en cómodas cuotas mensuales y con unos intereses disfrazados del límite permitido de usura.
Si no es así, en la primera revisión —a pesar de la garantía— se desquitan y le pasan un cuentononón en el que le facturan hasta el aire para las llantas. Y ni hablar de las revisiones posteriores, porque el negocio adicional está en los repuestos, para no mencionar la mano de obra o la sacada de un golpe, que ahora cobran por horas y minutos.
Y viene lo peor, que es cuando usted decide vender su carro y cambiarlo por uno nuevo: ahí la clavada es mayor, porque el valor por el que se lo reciben es absolutamente ridículo; si no, véndalo por fuera, donde le ofrecen más, pero quién sabe si le cumplan con el pago, habida cuenta de que no todos los intermediarios son honestos y de palabra.
Pero los compradores no son bobos y ya están aprendiendo a no dejarse tumbar, así que han decidido buscar otras alternativas para reponer sus vehículos recurriendo a los usados —mal llamados viejitos— que se ofrecen en perfectas condiciones. Se está presentando el fenómeno que anotaba al comienzo y lo que antes no tenía mayor valor ha adquirido un nuevo precio, porque los ponen “lugi-luja” y ya hasta se los pelean.
Así las cosas, por ejemplo, tratándose de los de alta gama, usted ve las ofertas en internet y consigue un usado como nuevo hasta por una quinta parte de lo que vale el mismo cacharro salido unos años más tarde del concesionario.
Esto se ve en otros países de manera creciente y no solo entre los gomosos sino, insisto, entre quienes ya no comen cuento y están optando por esta modalidad, que resulta además muy entretenida.
