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Un ambiente enrarecido

Mario Fernando Prado

04 de julio de 2025 - 12:05 a. m.

Estamos viviendo momentos contradictorios que van de la angustia al desasosiego. No entendemos a quienes manejan el ajedrez político cada vez más escandaloso. Denuncias van y denuncias vienen en esta opereta en que se convirtió el tal Gobierno del cambio.

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Y es que los “malos” cada vez son más “buenos” y los “buenos” son cada vez más “malos”, y vaya usted a saber cuáles son los unos y cuáles son los otros y lo cierto es que crecen cada vez más las diferencias entre quienes creen que dicen la verdad y aquellos que solo dicen mentiras.

La polarización es un fenómeno creciente y cada bando se atrinchera en su verdad y no le da cabida a quienes piensan diferente. Y, así las cosas, hemos ido perdiendo la credibilidad y, por ende, la confianza en los demás. Y es que esta crisis de valores ha hecho agua horadando los principios elementales de la moralidad y de la fe.

Lo que antes significó credos inamovibles se vino al suelo en medio de las decepciones y la desesperanza y, sin embargo y pese ello, seguimos gastando y festejando en ese loco carnaval del consumismo producto de una economía tan ficticia como boyante y una lluvia de dólares que se sabe bien de dónde vienen y para dónde es que van.

Era mejor este país cuando éramos pobres y no los metidos a ricos que somos ahora, en que echamos al trasto los preceptos que rigieron a nuestros padres en que la riqueza era no solamente más escasa sino al menos más disimulada y lejana de ostentaciones y arrogancias. Nos invadió un Don Dinero que hoy todo compra, todo lo permite, todo lo tapa y todo lo puede y los viejos paradigmas los mandamos a la inmunda ante el mundillo de la fantasía y las candilejas.

Ese ambiente enrarecido por las que podríamos llamar las fuerzas del mal, y que se campea en la economía, la política, la religión, la academia, el comercio, la industria, el arte y hasta a las fuerzas militares y las familias enteras es lo que predomina en esta Colombia desbaratada, que es como un Titanic que se “hunde con las luces encendidas”.

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