El viaje del alcalde de Cali a los Estados Unidos está más que justificado. Cali es en estos momentos la ciudad capital más amenazada de Colombia. A tiro de cauchera, en las montañas de Jamundí hay más de seis mil hectáreas de coca cuidadas por una narcoguerrilla que tiene en la mira a la capital del Valle del Cauca.
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Su última actuación que mató a seis civiles, hirió a más de un centenar de personas y destruyó varias manzanas a la redonda de la Base Aérea Marco Fidel Suarez, corroboró que el terrorismo está en nuestras calles. Y desafortunadamente, no hay la policía y ejército suficientes para garantizar que hechos aún peores están a la orden del día y por más esfuerzos que hacen los mandos militares, el desamparo es agobiante.
Ello amerita una ayuda internacional porque “solos no podemos” y es preciso tocar las puertas del Tío Sam, como lo está haciendo el alcalde Eder, con todo su derecho y sin agendas ocultas políticamente hablando, como se ha querido mostrar en algunos medios de incomunicación y redes sociales.
Necesario este clamor internacional que está logrando una bienvenida solidaridad en los mandos castrenses, los altos niveles gubernamentales y figuras claves del legislativo norteamericano que han atendido y entendido el porqué de este periplo.
Pero, además, Eder está logrando que no obstante lo anterior, haya inversión pública y privada para generar empleo y desarrollo dentro de un clima empresarial inaplazable dadas las circunstancias en que quedó Cali luego del mal llamado estallido social que más bien se trató de una revolución fríamente calculada que “patasarribió” las entrañas caleñas destruyendo comercios, transporte masivo y viviendas que cogió a las autoridades -como siempre sucede- con los calzones abajo.
Entonces, no hay que confundir peras con manzanas. El viaje de Eder no ha sido para “rajar” del presidente en momentos en que se está cocinando una posible descertificación para nuestra Colombia sino, por el contrario, para que los gringos entiendan que con expedir esa medida y perder los auxilios, estaremos abocados a una debacle de insospechadas consecuencias.