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El alcalde de Cali está soportando una malintencionada campaña tendiente a desprestigiar su labor. A punta de mentiras y oscuras consejas, tienen el ánimo de tumbarlo de su cargo y llamar a elecciones con un candidato de la entraña de la ultraizquierda. Los promotores de este movimiento están logrando un cierto desprestigio reflejado en unas encuestas que en nada le favorecen, propiciando y auspiciando manifestaciones de protesta que terminan en bloqueos de vías que buscan el caos.
Ahí están los huérfanos del poder que perdieron sus contraticos, los contratistas a quienes –acostumbrados a que los escogieran a dedo y sin previas licitaciones– se quedaron sin los multimillonarios ingresos que debían repartir con los contratantes y demás burócratas ordeñadores del erario público.
Eder se ha propuesto eliminar la corruptela que tenía postrada a la ciudad y como no tiene rabo de paja, no le ha importado pisar los callos de unos poderosos intermediarios que se “ganaban” las convocatorias en descarada complicidad con las altas jerarquías de la administración municipal.
Y claro, le han caído inclementemente, pedaleando e infiltrándose en cualquier protesta, magnificando y exagerando las cosas, instando a la violencia, y no permitiendo un diálogo abierto que, cuando así ha sucedido, ha solucionado amigablemente las diferencias.
Y es que detrás de todo esto está la consigna de revivir el mal llamado estallido social que sumió a Cali en la desesperanza y destruyó buena parte de la infraestructura urbana y vandalizó locales comerciales, pequeños negocios y sucursales bancarias, con un saldo trágico ante la inacción de una fuerza pública maniatada por el burgomaestre de turno.
Por ello se ha creado un movimiento de apoyo al “guardián de la heredad” desenmascarando a sus detractores y ponderando la gestión 24/7 que viene adelantando Eder con transparencia y profundo sentido social.
