De nuevo se agita el tema de la resurrección del tren en el Valle del Cauca.
Como se sabe, este sistema de transporte acompañó el desarrollo de nuestra región durante varias décadas y por esas cosas del destino fue perdiendo importancia, se debilitó y finalmente terminó como un mueble viejo relegado en el olvido. Se perdió con ello la oportunidad de un transporte multimodal en esta región del país.
Fue mucho lo que se logró hacer gracias a los rieles, que estuvieron presentes casi que a lo largo y ancho de nuestra geografía. Al final perdió su preponderancia ante el desarrollo del comercio, la agricultura y la carretera, muy por encima, en su momento.
El ferrocarril en el Valle del Cauca recibió un entierro de tercera por culpa de la ceguera de muchos gobiernos nacionales que no vieron la necesidad de modernizarlo, sobre todo en lo que respecta a Buenaventura que hoy depende de las dictaduras de los camioneros, dueños y señores de las tarifas y del chantaje que ejercen para presionar a los gobernantes de turno.
La red ferroviaria ha sido desmantelada: se la han robado y la han invadido, ante una pasividad sospechosa que raya en la complicidad.
Su rescate, con un costo billonario, ha asustado por los recursos que, según se dice, se tendrían que destinar a esta resurrección. No obstante, se puede vislumbrar una luz al final del túnel: parece que existe una demanda tal, que los chinos, por ejemplo, siguen apostándole a que vuelvan los trenes de carga y hasta de pasajeros, planteando una sociedad a largo plazo que resulta muy apetitosa.
Ojalá que estos nuevos vientos traigan consigo que vuelva el tren al Valle del Cauca.