No es el trayecto emprendido en el siglo XXIII por los personajes que crea Eugene Wesley Roddenberry y que pueblan la cultura gringa de los años 60 de la pasada centuria. Es el viaje eterno y concreto que emprendió Josiph Toscano Casadiego el sábado 29 de junio en la madrugada.
Este querido astrónomo disfrutaba el ejercicio de la pedagogía sobre los astros, como maestro empedernido y feliz de ver boquiabiertos a los niños que lo escuchaban en escuelas, centros culturales y otros lugares que le abrieran sus espacios para mostrar lo que existe más allá de nuestra cotidianidad, en términos que hacían sencillo y muy comprensivo su discurso sobre la ciencia y los cuerpos que se mueven allende nuestros ojos.
En sus compromisos laborales, Josiph manejó los hilos del observatorio astronómico de la Universidad Sergio Arboleda, donde dejó émulos y amigos que aprendieron a quererlo, y después de un tiempo se fue a Villa de Leyva a continuar con su misión. En Boyacá, entonces, Toscano cultivó no solo nichos de conocimiento sino también una cofradía hecha para el humor y para el amor, para el análisis del entrecruzamiento de saberes que muchas veces pasan inadvertidos, aunque no para espíritus de la profundidad de este astrónomo que ahora marcha al espacio infinito, llevando trozos de sentimiento de quienes lo conocieron.
Toscano hizo del humor un arte en desarrollo permanente, con la chispa que lo acompañaba. Y cultivó ese espíritu creativo sin que se notara la transición entre la ciencia y los acontecimientos del instante, con una seriedad facial que desconcertaba. ¿Cuándo hablaba Josiph en serio o haciendo “cosquillas en el cerebro”? Era difícil saberlo. Esa herramienta, como extensión de su inteligencia, se constituyó siempre en un medio pedagógico con el que matizaba lo misterioso y difícil del mundo de los astros.
Es muy sintomático y comprensible que Toscano Casadiego buscara a Villa de Leyva como su escenario vital. Al parecer, aquella es en Colombia el territorio más propicio para las aventuras de vida de quienes aman las lentes y los movimientos siderales. Así que, con toda seguridad, allí permanecerá ese espíritu inquieto que en la parte final de su trayecto material sobre la Tierra se hizo parte del paisaje cultural que habitó hasta emprender su viaje, su último viaje.
* Sociólogo Universidad Nacional.
