No se entiende que en este país se hable de vértigo o de velocidades extremas. Aquí todo pasa despacito. Por eso, dicen los turistas, parecemos de otro siglo. Una de dos: o somos potencia mundial de la lentitud, así no hayamos aprendido a disfrutarla, o no tenemos idea del paso del tiempo, como el resto de Occidente.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Lo ejemplifica esa foto desoladora de la entrega del Puente de Chirajara en la vía a Villavicencio, ruta toda que puede competir con el Chocó por el récord más pausado en construcción de carreteras. Ese puente se debía entregar hace un lustro, pero se desplomó. El comunicado que acompaña la foto dice que se entrega dos meses antes de lo previsto. Un descaro, a menos que ahora también seamos viajeros del tiempo.
Pero, amigos del ralentí que somos, ese puente no se podrá usar hasta que se arreglen, a nuestro ritmo, que compite con el de la tortuga, el manatí o el koala, un túnel y otro puente en la vía a Bogotá que tienen afectación estructural desde 2019. Poco, para lo que estamos acostumbrados. Nada como disfrutar de las trochas y los caminos veredales, ahora que comienza la revisión del primer túnel donde se incendió un carrotanque hace días. ¿Cuál es el afán, si hemos esperado marras por el metro, la Alo, la Avenida Boyacá, la vía Pasto-Mocoa o la carretera Quibdó-Medellín y cuanta obra o reparcheo se programe aquí?
De la misma paciencia gozan hoy las mesas y procesos que componen la paz total, las medidas para retomar el control de las cárceles, los procesos judiciales que tocan, mejor dicho, que no tocan al entorno uribista. Tampoco a la reforma al sistema de medios públicos, las exhaustivas investigaciones por violaciones a la libertad de expresión, y ese largo etcétera sobre el cual no es preciso extenderse, así sobre tiempo.
Quizás haya que esperar a que se termine el Centro de Memoria, que, fiel a nuestro estilo, también anda demorado. Pero no importa, la historia no se cuenta a trompicones, y tal parece que tenemos una eternidad para escribirla… pero antes debe pasar otra para terminar lo comenzado.