Se tomaron al pie de la letra lo que comenzó como metáfora. Por eso gestionan, sin vergüenza, la política como un partido de fútbol de barrio, usando su lenguaje y, especialmente, las trampas.
Politiqueros y partidos tratan a los que piensan distinto como enemigos a eliminar, a la prensa como cámara de eco y a los ciudadanos como hinchadas a las que hay que darles espectáculo en medio de la histeria.
Piensan desde su pedestal que todo les está permitido, incluidas jugaditas deshonrosas para aplastar a la oposición, como lo hizo tantas veces un jugador embuchado como Ernesto Macías, en la más indecorosa...
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