En medio de la incertidumbre por la propagación de ficción de la pandemia, vamos cayendo en el realismo angustioso de falsos dilemas, que solo son expresión egoísta o soberbia de quienes quieren imponer su punto de vista. Desde la duda absurda de si optar por la salud o la economía, hasta la increíble de jabón o tapabocas, nos vemos impelidos a decidir, apoyar u obedecer en medio de la incertidumbre, falta de certeza, cuando no de los caprichos.
Entre los polos de la cuarentena total o la libre movilidad, cada uno con intereses cifrados, hay otros modelos que, en vez de abrir el espectro de soluciones comunes, hablan de la competencia de tentativas particulares. La perspectiva coreana, concentrada en contagiados; la opción sueca, atendiendo poblaciones vulnerables; la japonesa, basada en disciplina social, entre otras muchas, apuestan a acertar, si bien con el mismo defecto global que nos ha traído hasta acá: miopía, unilateralidad y acción local, para no hablar de los variopintos modelos matemáticos o de las estrategias de salida de la crisis.
Pasa igual con el falso dilema de la libertad de pensamiento o la sumisión a la propaganda oficial; o de la circulación de la verdad cruda y directa frente a contenidos ad hoc sobre la base del miedo para ganar obediencia; o del respeto de la intimidad, privacidad y otros derechos y su sacrificio tras una pretendida cohesión social cuyas intenciones desconocemos; o del privilegio en las medidas para algunos sectores como el financiero, al que el presidente Duque regaña por no apoyar a empresarios, mientras los usuarios siguen de últimos en fila.
El falaz discurso de colectividad solo parece servir para acatar, mientras allá arriba cada uno tira para su propio lado. Imagínense, este Gobierno no habla con sus vecinos y solo hasta este lunes conversaron Trump y Putin.
Como en el imaginario de los relatos apocalípticos del cine, a pesar de las advertencias del planeta para evitar su destrucción, siguen obnubilados en una carrera de falsos patriotismos. Pura ficción.
@marioemorales y www.mariomorales.info
En medio de la incertidumbre por la propagación de ficción de la pandemia, vamos cayendo en el realismo angustioso de falsos dilemas, que solo son expresión egoísta o soberbia de quienes quieren imponer su punto de vista. Desde la duda absurda de si optar por la salud o la economía, hasta la increíble de jabón o tapabocas, nos vemos impelidos a decidir, apoyar u obedecer en medio de la incertidumbre, falta de certeza, cuando no de los caprichos.
Entre los polos de la cuarentena total o la libre movilidad, cada uno con intereses cifrados, hay otros modelos que, en vez de abrir el espectro de soluciones comunes, hablan de la competencia de tentativas particulares. La perspectiva coreana, concentrada en contagiados; la opción sueca, atendiendo poblaciones vulnerables; la japonesa, basada en disciplina social, entre otras muchas, apuestan a acertar, si bien con el mismo defecto global que nos ha traído hasta acá: miopía, unilateralidad y acción local, para no hablar de los variopintos modelos matemáticos o de las estrategias de salida de la crisis.
Pasa igual con el falso dilema de la libertad de pensamiento o la sumisión a la propaganda oficial; o de la circulación de la verdad cruda y directa frente a contenidos ad hoc sobre la base del miedo para ganar obediencia; o del respeto de la intimidad, privacidad y otros derechos y su sacrificio tras una pretendida cohesión social cuyas intenciones desconocemos; o del privilegio en las medidas para algunos sectores como el financiero, al que el presidente Duque regaña por no apoyar a empresarios, mientras los usuarios siguen de últimos en fila.
El falaz discurso de colectividad solo parece servir para acatar, mientras allá arriba cada uno tira para su propio lado. Imagínense, este Gobierno no habla con sus vecinos y solo hasta este lunes conversaron Trump y Putin.
Como en el imaginario de los relatos apocalípticos del cine, a pesar de las advertencias del planeta para evitar su destrucción, siguen obnubilados en una carrera de falsos patriotismos. Pura ficción.
@marioemorales y www.mariomorales.info