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Podrá el periodismo disculpar el éxodo de audiencias de muchas maneras, pero negar responsabilidad, en esa búsqueda de culpas y culpables, de malas prácticas, deficientes rutinas, sesgos conscientes e inconscientes o directrices manifiestas o latentes en algunas líneas editoriales sería un despropósito.
Para explicar lo primero está el Reporte Reuters que acaba de publicarse. Que las audiencias siguen fragmentándose, que las plataformas se resetean, que hay más jugadores, que más del 40 % de consumidores sienten fatiga y evaden la pesadumbre noticiosa, que es demasiado con tanta desinformación, en fin… lo más grave es que apenas uno de cada tres ciudadanos confía en sus medios.
Para lo segundo, basta un seguimiento a las matrices narrativas de una parte de nuestros medios que, por escasez, presiones, espirales de silencio o decisiones ideologizadas se han puesto en contravía de los elementos del oficio. Gracias a esas matrices clasificamos como el país de la presunción. La lista es larga.
Una cosa es que fuentes, por razones valederas o politizadas, denuncien o entreguen versiones. Otra, que el crédulo reportero parta de un supuesto, abuse del “presunto”, poniendo a hablar a implicados, refuerce con expertos que especulan (sin conocer el tema ni su veracidad) y concluya que es una realidad alternativa que “indigna al país”. Todo esto valiéndose de ese falso vox populi para legitimar la increíble mutación de una sospecha en un hecho real en apenas 90 segundos o cuatro párrafos. Es distinto explicar esa denuncia con escenarios posibles a sembrar sesgos a conveniencia en el imaginario de audiencias con titulares tendenciosos como pasó con lo que denunció la Corte.
No son sinónimos denuncia y escándalo, ni versión y prueba. Tampoco investigación y responsabilidad. El “presunto” es un derecho, no un eufemismo para poder decir lo que quiere el reportero o la fuente a través suyo.
Tampoco es compatible con el buen periodismo la utilización de Doña Segunda como mampara política. Pierde ella con ese relato miserabilista, pierde la verdad por desproporción e ignorancia y perdemos todos con la inversión de valores.
Sí, es cierto que hay que resetearse para mejorar en medio del cambio, no para plegarse ante el imperio de la desinformación y la confusión.
