ANTES QUE REFORMAS POLÍTICA, A la justicia o a la Cancillería, lo que este Gobierno necesita es eso que los administradores llaman reingeniería. La crisis social que vive el país es reflejo del caos que proyecta en su desempeño buena parte del gabinete.
Cada mañana, tras un sueño intranquilo, como lo narró Kafka, algunos de los ministros se despiertan convertidos en algo que no son y que quizá no quieren ser. De ahí la sensación de que andan en el lugar equivocado.
El canciller está, como su antecesor, enredado en reformar su Ministerio, asunto más laboral que de relaciones exteriores, de las cuales se ocupan por turnos, el Vicepresidente para descalificar, sin entrar en detalles, el documento de Human Rights Watch; el Mindefensa para fustigar a Chávez; o la Secretaría de Prensa para responder al Gobierno ecuatoriano.
El ministro Valencia Cossio estuvo más al tanto de la crisis laboral de Asonal que de la reforma a la justicia, que completa su cuarta derrota en línea. Y apareció acompañado del Minhacienda, quizá más pendiente de una “palomita” en la cartera política que de un plan de choque para la crisis económica que ya se vino encima.
Mientras tanto el Minprotección, el de mayor trabajo y menos resultados, anda agarrado con congresistas “que apoyan paros”, y estancado en el simplismo de que todo es fruto de la “politización” o de la infiltración armada en huelgas y bloqueos.
Y los primos Santos, entre tanto, inmersos en la planeación de las contiendas electorales por la Presidencia y por la Alcaldía de Bogotá.
Con razón este estado de agitación y conmoción. Ya no es suficiente con el sólo índice de favorabilidad y la saturación mediática del presidente Uribe. Hace falta algo más que el cuero de armadillo, como propone Valencia Cossio. Como en la reingeniería urge un cambio drástico que le apunte a la satisfacción del “cliente”. A menos que estemos condenados a esta hecatombe y lo que eso implica.
ANTES QUE REFORMAS POLÍTICA, A la justicia o a la Cancillería, lo que este Gobierno necesita es eso que los administradores llaman reingeniería. La crisis social que vive el país es reflejo del caos que proyecta en su desempeño buena parte del gabinete.
Cada mañana, tras un sueño intranquilo, como lo narró Kafka, algunos de los ministros se despiertan convertidos en algo que no son y que quizá no quieren ser. De ahí la sensación de que andan en el lugar equivocado.
El canciller está, como su antecesor, enredado en reformar su Ministerio, asunto más laboral que de relaciones exteriores, de las cuales se ocupan por turnos, el Vicepresidente para descalificar, sin entrar en detalles, el documento de Human Rights Watch; el Mindefensa para fustigar a Chávez; o la Secretaría de Prensa para responder al Gobierno ecuatoriano.
El ministro Valencia Cossio estuvo más al tanto de la crisis laboral de Asonal que de la reforma a la justicia, que completa su cuarta derrota en línea. Y apareció acompañado del Minhacienda, quizá más pendiente de una “palomita” en la cartera política que de un plan de choque para la crisis económica que ya se vino encima.
Mientras tanto el Minprotección, el de mayor trabajo y menos resultados, anda agarrado con congresistas “que apoyan paros”, y estancado en el simplismo de que todo es fruto de la “politización” o de la infiltración armada en huelgas y bloqueos.
Y los primos Santos, entre tanto, inmersos en la planeación de las contiendas electorales por la Presidencia y por la Alcaldía de Bogotá.
Con razón este estado de agitación y conmoción. Ya no es suficiente con el sólo índice de favorabilidad y la saturación mediática del presidente Uribe. Hace falta algo más que el cuero de armadillo, como propone Valencia Cossio. Como en la reingeniería urge un cambio drástico que le apunte a la satisfacción del “cliente”. A menos que estemos condenados a esta hecatombe y lo que eso implica.