Como en la economía, la situación de la libertad de prensa en el mundo es compleja y difícil, pero eso no debe ser consuelo de tontos. La preocupación se acentúa por la coincidencia de lo que pasa en Colombia en los informes de Reporteros Sin Fronteras, la CIDH, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión, la Flip y todos cuanto miran la degradación de las libertades, al tiempo con el declive en la calidad informativa y los riesgos de sostenibilidad de los medios.
Lo más grave sigue siendo el retorno del asesinato y otras violencias contra los reporteros, porque marca un retroceso a períodos que ya creíamos superados. La CIDH documenta siete asesinatos en 2024. Este año, según la Flip, ya se contabilizan 57 amenazas y un asesinato. Otra vez marcados con ese sambenito de estar entre los países más peligrosos para los periodistas por cuenta del recrudecimiento de los conflictos, corrupción y eso que llama RSF “la connivencia entre políticos, empresas, grupos armados ilegales y mafias”.
Que casi dos terceras partes de la población no tengan información de su entorno por la hegemonía de las agendas centralizadas es más que escandaloso. Que se hayan normalizado cierres, fusiones, recortes, presiones, censuras empresariales y autocensuras incrementa el tono dramático de lo que pasa con el oficio.
Que los medios públicos, nacionales, regionales y locales, hayan perdido el pudor para dedicarse al activismo, la propaganda, es decir, a la desinformación, se traduce en la acentuación de una crisis que se acelera cada vez más. Y que a la precarización laboral se una el agotamiento emocional de los periodistas por condiciones laborales, modelos de negocio, presiones y agresiones ya mencionadas, como lo documentan la FLIP y Cifras y Conceptos, afecta la vida personal y la salud mental de los comunicadores.
Ayuda poco la sectarización ideológica de algunos comunicadores. Habría que, junto con los justos reclamos, recomenzar a desarmar las palabras, como hoy pide el Papa León XIV: una de las pocas tareas a nuestro alcance. @marioemorales