Sería exageración decir que comenzó la campaña electoral en serio. Antes que programas y propuestas, han comenzado a aparecer actos y performances para deleite de redes, desprograme de medios y ocasión para que casi todos los (pre)candidatos que no tienen nada que hacer en las (in)justas electorales gocen de sus quince minutos de mala fama y, como en realities de canto, confirmen nuestra inveterada vocación para el ridículo.
Sin sonrojo, los estrategas, expertos en inflar figuras como si estuviéramos en una feria de tube men, echan mano de puestas en escena imposibles para llamar la atención en esta sociedad...
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