En pocas naciones, como la nuestra, las desgracias y tragedias, las previsibles y las que no, tienen un lugar en el calendario de manera irremediable. Ahí están en esa línea de tiempo pasada y presente, como una condena.
Es lo que deben pensar los habitantes de Morales (Cauca) tras lo ocurrido este fin de semana, expuestos a la buena de Dios, sin que nadie haya hecho nada por ellos, salvo “investigaciones exhaustivas”, reportajes extractivos y visitas protocolarias post mortem.