No eran inocentadas a pesar de tener condiciones para serlo. Hacer la lista de barbaridades de nuestros gobernantes da para declararla celebración diaria, con toda su carga de drama e irreversibilidad.
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Perdido el miedo al escarnio siguen tan tercos como campantes con sus ideas que hubiesen dejado sin discurso al eterno y ese sí inocente candidato Goyeneche.
Baste mencionar “despropósitos” recientes, comenzando por el del presidente de Colpensiones de usar ahorros pensionales en megaobras, corregido por el mismo presidente. ¿Seguirá en su cargo? ¿Tendrá la misma confianza de Petro? ¿De los trabajadores?
O la obcecación de tener modernos aviones para guerras imaginadas, mientras los ciudadanos pierden la vida con solo pisar las calles inseguras y abandonadas. O esos nombramientos innominados como el de Duque defensor del medio ambiente (y peor aún él, aceptándolo), el de la directora del ICBF y de tanto diplomático light sin preparación.
O seguir hablando de “gobierno interino” de Juan Guaidó. Una magra ficción diluida por inanición. O de las predicciones sobre el tal incremento de poder adquisitivo con el aumento del salario mínimo, incluso antes de la ola alcista de enero… ¡que comenzó en pandemia!
O de seguir poniendo fechas para el inasible metro bogotano, más embolatado que la disminución salarial de congresistas.
O ese despropósito campeón de rotar el pico y placa que, si no fuera por falta de sustancia, parecería una venganza contra los dueños de carros particulares. No hay medida más absurda y atrabiliaria. Probada como culpable de la duplicación del parque automotor en una de tantas peñalosadas, todavía hay quien, por física ineptitud o mostrar resultados, dice que alivianará en 18 % el monumental trancón.
Cuando crezcan las ventas vehiculares, y esta ciudad sea más inviable, la alcaldesa no estará para responder por semejante adefesio que solo quiere ocultar que las ideas están en vías de extinción y que nosotros seremos los únicos seres sobre la tierra condenados a tropezar mil veces con la misma piedra. ¡Qué piedra!
No, de inocentes no tienen un pelo.
@marioemorales y www.mariomorales.info