A Oswald Spengler, autor de La decadencia de occidente –que anticipó el declive la cultura y su reemplazo por una civilización decrépita como antesala del cesarismo o poder ejecutivo autoritario–, solo le faltó predecir su carácter tragicómico, eso sí, sin final feliz.
Por culpa de las utopías, no anticipó que las estrategias, desplazando a la política o en su nombre, para decepción de Clausewitz, iban a ser la verdadera guerra por otros medios. Ni que iban a degenerar en stand up transnacionales, pero no por ello menos plebeyos que vemos en redes sociales y, revestidos de falsa solemnidad, en medios tradicionales.
Sirva como ejemplo lo que no iba a ser más que una caricatura, ideada por un estratega recién llegado, en la que un presidente arenga, como en la saga de Marvel, a formar el ejército de salvación del mundo y que, respondida por asesores caricaturescos, caídos en provocación, potenciaron una proclama particular como relato global: el clásico efecto Streisand de perifonear lo que se quiere acallar. Es el resultado de otros malos estrategas que enviaron a alcaldes y legisladores arrodillados a planear con homólogos gringos la manera de encuellar a un presidente sin tocar la economía, no solo por razones propagandísticas sino por los efectos futuros en el país que aspiran a refundar. Les salió mal: con sanciones pierden ellos porque construyen la figura de un perseguido; sin sanciones aúpan la voz del agitador.
No son los únicos rehenes de los “gurúes del marketing”; ahí tienen a una candidata dándose tiros cada que habla o grita, un exacalde cultivando su fama de lamesuelas, un eterno candidato simulando discursos de mano dura, un ex corista tratando de saltar del cartón de la impostura; unos viejitos gagás repitiendo tácticas del pasado condenadas al fracaso y a un redil de ingenuos cometiendo excentricidades sin pudor.
El resultado es esta oclocracia, al decir de Rousseau, o democracia desnaturalizada por culpa de estrategias en busca de clics y likes que usurpan la voluntad general, con pretendido tono de historietas… si al menos fueran ingeniosas.