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La muerte de la televisión abierta

Mario Morales

08 de octubre de 2025 - 12:05 a. m.
“ No se trata ya del apagón analógico, sino de la extinción de un derecho”: Mario Morales
Foto: Cortesía

Todo comenzó como chiste, cuando Groucho Marx predijo el fin de la TV cuando apenas nacía. Después, pregoneros investidos como augures del siglo pasado administraron los santos óleos a ese medio tal y como lo conocíamos. Luego llegaron los gurúes fletados que pusieron a conveniencia fecha de cierre a la caja mágica. Detrás estaban intereses de empresas tecnológicas o de politiqueros temerosos de su gigantesca influencia.

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Culpables externos no faltaron al inicio de siglo: llegada de internet, implementación de nuevas plataformas o cambios en el consumo. Luego llegaron los internos: privatización y nuevos modelos de negocio que llevaron a los canales en el continente a producir contenidos para plataformas de pago y dejar el residual para sus canales generalistas.

Ayudan la pobreza de contenidos con la disculpa del vértigo, la sobreideologización de franjas noticiosas rayanas en activismos, repetición al extremo de programas otrora exitosos, la inmovilidad con pretendidas fórmulas mágicas del pasado, la radialización de la escena, desconocimiento del lenguaje audiovisual y la permanente e incomprensible referencia a redes y autopistas digitales como lugares para encontrarlo todo, y gratis, hasta la mímesis de sus estéticas y contenidos bajo el patrón de la nadería y el sin sentido.

Han coadyuvado la desidia o antipatía de los gobiernos recientes, que desconocen un medio que tiene legislación antediluviana y lo desprecian o manosean. Esa TV abierta llega a algo más de 700 municipios, pero no termina de bajar a hogares por falta de señal consistente, pedagogía o dispositivos adecuados.

Lo único que faltaba es que algunos de quienes se lucran de ella a través de suscripciones sean los encargados de cantar responsos sobre su cadáver insepulto con tarifas incomparables e impagables que varían mes a mes a gusto del operador, publicidad engañosa, contratos leoninos, intermediaciones innecesarias, cobros anticipados, absurdas cláusulas de reconexión y pagos previos a cualquier reclamación. No se trata ya del apagón analógico, sino de la extinción de un derecho que creímos inextinguible.

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www.mariomorales.co y @marioemorales

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