Menos mal la economía, la política y la pugna ideológica en este país van por distintos caminos. Si la primera dependiera de los timonazos sin norte del actual gobierno o de las cábalas inducidas de la oposición aupadas y perifoneadas por algunos activistas del periodismo, hace rato seríamos una nación fallida.
Para cualquier observador desprevenido, ese 1,7 % de crecimiento que anunció el DANE debería ser motivo de esperanza para acercarse a las metas mínimas propuestas. Es un indicador que sigue la tónica regional y va a la saga de las tendencias mundiales. Dicho de otra manera, es un crecimiento mediocre en relación con los objetivos grandes, pero, teniendo en cuenta contextos, yerros e indecisiones, como los palos de ciegos en materia energética, el guarismo habla de una economía en recuperación. Eso debería ser suficiente para transmitir optimismo y confianza entre ciudadanos, compradores e inversionistas, si convenimos en que las transacciones siguen tendencias emocionales y que necesitan un empujón en esos sectores que están por debajo del porcentaje, como comercio, manufacturas y actividades financieras
No deja de sorprender que sean el agro y las actividades artísticas los que jalonaron el crecimiento, con una subida del 8,1 %. Se comportan muy bien café y entretenimiento. Simbólicamente es lo que nos falta para escapar a este ambiente contaminante de odios y venganzas con el exclusivo objetivo de hacerse al poder en 2026.
Marcaron bien las exportaciones, a pesar de que algunas predicciones venían condimentadas a la baja, como había pasado con el precio del dólar, por esa petrofagia que nos rige, de la mano de expertos con agenda oculta. Celebrar, minimizar, invisibilizar o destacar solo rubros negativos hace daño a todos. Pero tampoco es como para que los funcionarios salgan a reclamar autoría.
Una cosa son los malabares del mal ejercicio de la cosa política, otra invocar rayos y centellas en momentos en que el mundo se prepara para una tormenta financiera. Nuestra economía es fuerte, pero no necesitamos, por mezquindad, probar hasta qué punto.