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¡Lo que nos espera!

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Mario Morales
16 de febrero de 2009 - 02:10 p. m.
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VISTO DESDE AFUERA DEBE PAREcer desconcertante. Que el presidente Uribe haya pasado en menos de una semana, de estar “listo” para el acuerdo humanitario a condicionarlo y luego a considerarlo como un imposible político, podría ser analizado como un asunto de bipolaridad, improvisación o hasta de incoherencia ideológica.

Se trata, en realidad, de otro bastión de su estrategia propagandística. Se afinca en un viejo axioma de la comunicación política que considera que la inteligencia de las masas es pequeña y grande su capacidad de olvido. Esa amnesia inducida es más efectiva si los mensajes llegan a través de la palabra hablada con frases contundentes que casi prefiguran los titulares de los medios audiovisuales que luego se mimetizan en los impresos.

Así, los mensajes, como reza la teoría y  como sucedió la semana pasada y en los últimos 78 meses, son ambivalentes y oscilan como un péndulo entre el azúcar y el látigo, entre el temor y la esperanza, entre la seducción y la fuerza bruta. De manera repetida, al enemigo primero se le acaricia y luego se le amenaza de nuevo, tal y como ya lo habían experimentado el nacional socialismo y, mucho antes, Napoleón.

Esos virajes bruscos y contradictorios, influenciados por los sentidos, en los que se ceden el turno la inhibición y la exaltación atacan el sistema nervioso de la masa y le generan un estado síquico ambiguo e inestable que es caldo de cultivo para la fascinación.

No es sino mirar los telenoticieros y aun los titulares de periódicos. En ese tráfico de los sentidos abundan de manera reiterada los caprichos, la adjetivación, la exageración, los superlativos, las diatribas…

Esa saturación genera en la masa apatía racional, reemplazada por los estados de ánimo al vaivén del “temperamento” del Presidente que, de paso, esquiva el imperativo de tomar una posición clara con sus inherentes costos políticos.

Utilizan la misma estrategia las Farc cuando pasan sin escrúpulos de las liberaciones a las masacres.

Entre tanto, el intercambio no avanza,  reducido de manera inhumana al papel de laboratorio de pruebas. Ignoran que en esas veleidades se juegan mucho más que su propia suerte, como lo decía una vieja sentencia: las opiniones de una generación serán las políticas de la siguiente. Lo que nos espera.

www.mariomorales.info

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