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De algo habría de servir el escandaloso espaldarazo que la derecha extrema y la derecha disfrazada de centro le dieron a Rodolfo Hernández en las pasadas elecciones presidenciales. Una victoria suya hubiese sido una hecatombe mayor a la de Duque, y ya es mucho decir, con el consiguiente traslado de responsabilidades y perjuicios a cargo.
Por eso ahora, aunque no se sabe si a tiempo, esos mismos sectores políticos enterrados en los prejuicios del siglo pasado han comenzado a advertir, muy a su manera, con la discreción propia de la hipocresía interesada, del peligro que significa seguir aireando una eventual candidatura de un outsider díscolo, inexperto y capaz de cualquier cosa con tal de realizar su sueño de petimetre perfumado, como si se tratara de un reto entre influenciadores en redes sociales.
Una cosa era utilizarlo como ariete para confrontar y desgastar al gobierno desde el kitsch, merced a su evidente postureo, y otra que llegara a duplicar o triplicar en las encuestas a los llamados a recibir la posta después del supuesto desgaste. Con los espejos puestos en otras latitudes del continente, saben que no habría nada peor que un nuevo rico, sin Dios ni ley, ensoberbecido de poder y sin programas o partidos a quienes rendirle cuentas.
Pero, siguen sin entender que hoy las dos opciones supérstites no tienen que ver con las extremas, sino entre quienes rompieron con el pasado e hicieron toldo aparte y “los mismos de siempre”, como quedó expresado en la voz de orden que acuñaron y les sirvió para avanzar a los dos candidatos de segunda vuelta en 2022.
Ese es el punto de quiebre de las recientes mediciones y favorabilidades que evidencian un país que cambió y se divorció de creencias retorcidas, mojones de esclavitudes y oscurantismos, como esa de que es mejor malo conocido que bueno por conocer.
Esas élites añosas que, con tono falso, imploran unidad, comienzan a lamentar haber confundido mañosamente la preparación de cuadros para el futuro con la cooptación amañada de cargos y prebendas y ya viven su propio laberinto.