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Están en juego la verdad pública, la jurídica y la verdad verdadera. Más ahora, que se abren libretas, micrófonos, y cámaras para desinstalar odios y polarizaciones en la conversa nacional. Pero no pueden ser relatos compartimentados. Esos voceros deben dar ejemplo trayendo a sus agendas los aprendizajes en términos de sindéresis, equilibrio y proporcionalidad.
La terca realidad nacional cada día da oportunidades de reivindicación, como ocurre con la gravísima revelación de audios del excanciller Leyva para producir un golpe de Estado. Por eso es necesario recostar el taburete garciamarquiano y, antes de que lleguen los historiadores, preguntarse:
¿Fue equilibrado el cubrimiento de las cartas que publicó Leyva, sin elementos de verificación y con notoria cizaña, en relación con la publicación de audios que, en voz del protagonista, delatan sus intenciones delictivas y antidemocráticas?
¿Se privilegiaron acusaciones por efecto sensacionalista, sesgo o tinte marquetinero, frente a revelaciones que las desinstalaban o dejaban ver otras intenciones oscuras?
¿Es más vendedor aparecer con rumores o presuntas confidencias que dan más protagonismo al reportero, que hacer seguimiento previo para reemplazar decires gratuitos con pruebas, aun sin la figura de quien comunica?
¿Se mantiene el debate en las redacciones para evitar riesgos de convertirse en ingenuos útiles, o más grave, en idiotas útiles, o peor aún, en mensajeros fletados o áulicos de ciertas ideologías?
¿Hay capacitación continua en aspectos como la proporcionalidad, en términos de transparencia, equilibrio y dominio emocional? ¿O priman voces provocadoras e irresponsables con base en seguidores y métricas gratuitas?
¿Se insiste en la clara diferencia entre información y opinión, periodismo y contenidos digitales espontáneos, o es causa perdida?
De nada sirven contenidos procuracionales mediatizados si su saldo pedagógico no está incorporado a rutinas periodísticas. No solo por visos de doble moral: también porque al ciudadano se le redujeron instancias en las cuales confiar. Literalmente, los medios tienen la palabra.
