Se han vuelto tan aburridos los debates electorales, que a los candidatos no les debería dar pena decir que no van por pereza. Sabido es que no inciden en el voto indeciso, esencialmente de opinión, que es una decisión un poco más seria como para dejársela a una puesta en escena de la que nadie parece convencido.
A falta de propuestas creativas, ha tocado “soportar” los susodichos debates en formatos variopintos, como parte del ritual político televisado en Colombia desde hace 37 años y más de seis décadas en el mundo, cuando a alguien se le ocurrió implantarlos en nombre de la democracia, la transparencia y la libertad de...
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