EL PRINCIPAL ACTIVO POLÍTICO que tenía el presidente Uribe era el estado de ánimo de los colombianos. Fue ingrediente de su popularidad, su reelección y del efecto teflón gracias al cual le “perdonaron” sus rabietas, la mediocridad del gabinete, el cuestionado manejo en temas sociales, económicos e internacionales, y los cuestionamientos políticos y jurídicos a algunos de sus allegados.
El optimismo que cundió aun en momentos críticos, y que superó el 73% en diversos sondeos, ahora va en picada, según esas mismas firmas encuestadoras. Quienes hoy piensan que las cosas están mejorando son apenas un 30%, frente al 58% de pesimistas. Pero las causas de ese desplome, y el de la favorabilidad presidencial, la imagen del gobierno o la banca, no comenzaron por la caída de DMG. Ya en agosto, según Invamer Gallup, el pesimismo se había duplicado y llegaba al 29% y en octubre alcanzaba el 41%.
Sin duda el factor económico ha sido determinante, sumado a la defraudación de las pirámides y a los yerros del Gobierno para neutralizarlas. Ya lo había sentenciado hace 500 años Maquiavelo, autor de culto en Palacio: “…un hombre olvida con más facilidad el asesinato de su padre, que la confiscación de su patrimonio”.
Ese debe ser el argumento de asesores y funcionarios para explicar la crisis. Pero sería miope reducir la desilusión nacional sólo a indicadores económicos, como lo demuestra ese 62% en la misma encuesta que considera que la economía de su hogar está igual o mejor que hace un año. Eso piensan sin que los haya tocado la recesión.
La cifra sugiere que además del “bolsillo”, en el estado anímico del país han influido el estilo presidencial, cada vez más solitario; el perfil desgastado de buena parte de los ministros; la fatiga de agendar como único problema nacional la guerrilla; la beligerancia de un gobierno cada vez más acorralado por los escándalos y, además, empecinado en eternizarse en el poder, a como dé lugar, si hemos de interpretar el tonito de los promotores del referendo, luego de su derrota la semana pasada. Sí, no es sólo la economía...
EL PRINCIPAL ACTIVO POLÍTICO que tenía el presidente Uribe era el estado de ánimo de los colombianos. Fue ingrediente de su popularidad, su reelección y del efecto teflón gracias al cual le “perdonaron” sus rabietas, la mediocridad del gabinete, el cuestionado manejo en temas sociales, económicos e internacionales, y los cuestionamientos políticos y jurídicos a algunos de sus allegados.
El optimismo que cundió aun en momentos críticos, y que superó el 73% en diversos sondeos, ahora va en picada, según esas mismas firmas encuestadoras. Quienes hoy piensan que las cosas están mejorando son apenas un 30%, frente al 58% de pesimistas. Pero las causas de ese desplome, y el de la favorabilidad presidencial, la imagen del gobierno o la banca, no comenzaron por la caída de DMG. Ya en agosto, según Invamer Gallup, el pesimismo se había duplicado y llegaba al 29% y en octubre alcanzaba el 41%.
Sin duda el factor económico ha sido determinante, sumado a la defraudación de las pirámides y a los yerros del Gobierno para neutralizarlas. Ya lo había sentenciado hace 500 años Maquiavelo, autor de culto en Palacio: “…un hombre olvida con más facilidad el asesinato de su padre, que la confiscación de su patrimonio”.
Ese debe ser el argumento de asesores y funcionarios para explicar la crisis. Pero sería miope reducir la desilusión nacional sólo a indicadores económicos, como lo demuestra ese 62% en la misma encuesta que considera que la economía de su hogar está igual o mejor que hace un año. Eso piensan sin que los haya tocado la recesión.
La cifra sugiere que además del “bolsillo”, en el estado anímico del país han influido el estilo presidencial, cada vez más solitario; el perfil desgastado de buena parte de los ministros; la fatiga de agendar como único problema nacional la guerrilla; la beligerancia de un gobierno cada vez más acorralado por los escándalos y, además, empecinado en eternizarse en el poder, a como dé lugar, si hemos de interpretar el tonito de los promotores del referendo, luego de su derrota la semana pasada. Sí, no es sólo la economía...