Algo pasa con las encuestas en el mundo. Pasamos de ser líderes indestronables de la felicidad orbital a un discreto lugar 78 este año, que no hace honor al talante con el que nos describen los influenciadores de viajes.
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Lo primero que debe hacer el gobierno, como hoy pasa con el DANE, es pedirle a la encuestadora que deje ver la metodología. Se nota que en la muestra nacional solo incluyeron bodegueros de oposición, o a los diez gatos que soportan las estridencias en el nuevo tele reality uribista de integración “Aquí todos amamos a Colombia”, de la misma serie “Odios son amores” y otras bajas pasiones. Por favor, no nos quieran tanto.
O solo hablaron con quienes se citan, inspirados en el Juego del Calamar, en los estadios a matarse porque sí, con la disculpa de un trapo, una tonada o un chiste flojo.
O a quienes ahora se toman, día por medio, la Calle 26 de Bogotá para expresar inconformismos que no alcanzan a ocultar la envidia de los viajeros al aeropuerto, que en su plan ahora deben incorporar caminata de 10K como postrer recuerdo de su aventura extrema.
O a los gabólogos o rulfólogos, que hoy se reproducen como conejos, para destripar con sevicia la serie Cien años de Soledad o la película Pedro Páramo. Tienen razón los jóvenes: a los adultos los carcome su mirada totalitarista del mundo que ellos comienzan a conocer con lo que tienen.
Faltaron los voticos de quienes, coreando el lema de la interminable campaña de Galán, escogen la opción de no sabe o no responde. ¿Será que el despistado alcalde confundió la fecha de posesión para este primero de enero?
Lástima que no le preguntaran a consumidores de lechona tolimense y pandebono, hoy en la cumbre gastronómica global, o a seguidores de Linda Caicedo como segunda mejor jugadora del mundo o a quienes se gozan ferias, novenas y cuanto plan aparezca para olvidar, parafraseando a Cochise, que aquí la gente se muere más de odio que de cáncer. @marioemorales