ERAN OTROS TIEMPOS. NO HABÍA necesidad de contratos ni de fiadores. Ser notario no era un buen negocio, como lo cree Teodolindo Avendaño. Era suficiente con la palabra empeñada. Hoy ya no es posible creer en nadie. No obstante, sobreviven en nuestro medio reductos humanistas de esa vieja escuela de la confianza en los otros, sin necesidad de avales o investigaciones.
Está, por ejemplo, el minagricultura Andrés Felipe Arias, a quien no le dijo toda la verdad María Fernanda Zúñiga, la cuestionada presidenta de Fiduagraria, acerca de sus vínculos con empresas palmicultoras investigadas por la Fiscalía.
Está el Gobierno Nacional, al que no le dijo toda la verdad el renunciado embajador en República Dominicana, Juan José Cháux, sobre sus presuntos vínculos de amistad con el desmovilizado paramilitar alias Job.
Están los secretarios jurídico y de prensa de Palacio, a quienes el mismo Job no les contó toda la verdad acerca de sus andanzas en el bajo mundo.
Están los altos mandos de la Policía, a quienes los generales Pedreros y Gómez Méndez no les contaron toda la verdad sobre sus actuaciones en los ratos libres.
Está la familia Valencia Cossio, a la que el menor de los hermanos no le dijo toda la verdad sobre sus presuntos e incómodos lazos de amistad en la Fiscalía Regional de Medellín.
Está el Presidente de la República, a quien sus oficiales no le contaron toda la verdad en relación con la ‘Operación Jaque’. Y así, la lista es numerosa. Por eso es escuela. Y lo seguirá siendo, según parece, de manera generosa y altruista. No importa que les digan ingenuos, que les imputen mentiras, que duden de sus capacidades, que por la cantidad de ‘goles’ los asocien con la selección de Pinto o con la defensa de Santa Fe. Si hasta socarronamente les han recomendado como jefe de prensa, ahora que César Mauricio Velásquez va a servirle a la patria en la diplomacia, a Jorge Alfredo Vargas siempre y cuando lleve la máquina de la verdad.
Lo cierto es que más urgente que el referendo y que las reformas política y judicial es la implementación de pruebas de control de confianza para funcionarios, subalternos e interlocutores que permitan que se cumpla esa ya olvidada enseña de este gobierno de no decir (ni hacer) en privado lo que no se pueda decir (o hacer) públicamente. Para el humanismo habrá tiempo… después del referendo.
