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Que no sean actividades reconocidas es una cosa, pero que por repetición se hayan ido profesionalizando lo demuestra el desmadre en el que nos tienen. Por eso cada vez es más difícil saber cuándo una protesta es genuina, cuándo es movida por actores embozados y cuándo podría estar guiada por mercenarios: el caos como escuela.
Claro, hay niveles. Hay quienes se dedican a tirar piedra, lanzar bombas caseras y, en el colmo de la exaltación macondiana, a arrojar flechas. Y hay quienes con la mampara de un rol actual o del pasado, como algunos expresidentes, desde la amargura de su soledad con artritis, pretenden borrar su pasado pidiendo explicaciones que ellos no fueron capaces de dar. Actividad no solo indigna sino indignante en tanto que contribuyeron por acción u omisión a los males presentes.
Buscan profesionalizarse algunos opositores, candidatos a opositores y candidatos a cipayos que hacen suyos dislates trumpistas como si, en algunos de esos señalamientos, no estuviera incluida la nación entera. (Tiene razón la senadora estadounidense Jeanne Shaheen al calificar las amenazas como miopes y contraproducentes, aunque comparta preocupación por la ineficiencia del gobierno para frenar la producción de cocaína).
Más abajo están los oportunistas de oficio, otra suerte de mercenarios que, a punta de agravios y ultrajes, esperan reconocimiento de las métricas para formalizarse en esa otra profesión deleznable de parasitar toda la vida a costa del Estado.
Le siguen quienes, paralizando u obstaculizando, se dedican a la innoble cooptación de puestos y entrenan a hijos, consortes o familiares para que los sucedan en nombre dizque del sagrado derecho al legado.
Forman parte del entramado que reclama profesionalización los financiadores electorales en las sombras, jueces que comercian impunidades, revendedores de firmas, negociantes de avales, mercaderes de puestos en listas, trashumantes electorales, tasadores de votos…
Se entiende entonces que quieran crear “universidades” que puedan acreditar todo ese conocimiento y homologar toda esa experiencia que permita que los sigamos llamando doctores.
@marioemorales y http://mariomorales.co
