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Cero y van dos avances significativos del Gobierno en procura de la paz. En tregua con los dos mayores ejércitos rebeldes —ELN y EMC—, el trabajo en los seis procesos de paz pendientes, siete si incluimos el que inició en 2016, no es menos exigente. Por el contrario, parece incrementarse porque lo acordado con uno se va convirtiendo en el plante del siguiente, como se vio con las tirantes negociaciones en el Catatumbo.
Es cierto que esos dos procesos son los más significativos, con tropas definidas y dejos de ideología, mando y ubicación territorial. Son, prima facie, los más factibles y los más frágiles; acostumbrados a combatir, el tiempo y el cambio de gobierno no son su obsesión, así sepan que una oportunidad como esta difícilmente se repetirá.
La amplia tregua con el ELN y la recién acordada con las disidencias abren un boquete enorme por cuenta de los enfrentamientos entre ellos y otras facciones en cada región. Por esa razón, la tregua con la fuerza pública no será fácil de diferenciar, como tampoco los efectos en víctimas y población civil que no sentirá mejoría en el orden público. Su percepción y la de los medios sesgados harán difíciles las distinciones.
Otra cosa son los seis procesos restantes, signados por la fragmentación, el oportunismo y la aparición o disolución de fronteras morales entre legalidad, legitimidad y conveniencia. No es difícil prever que pueda quedar extendida la mano gubernamental y continúe el reciclaje generacional de bandas, carteles y seudofrentes cada vez menos ubicables.
Sigue la preocupación por el descuido o la falta de tiempo para monitorear el proceso de paz con las FARC, cuyos excombatientes son víctimas de todos los demás y parecen abandonados a su suerte, bien porque el Gobierno privilegia los procesos propios o porque no le alcanzan tiempos y manos. Es la encrucijada del comisionado de Paz: o delega o se desborda en la idea de mantener el control y la unidad del mensaje.
Se suma al reto de fuerza pública y ciudadanos que deben repartir sus esfuerzos para protegerse de la violencia y para saber a nombre de quién ocurre cada ataque o confrontación. Siete procesos distintos y el boicot de siempre: guerra sucia y desinformación.
